Por último, un adalid de la moral y de las buenas y nuevas costumbres y del orden y progreso y defensor de lo bueno y luchador contra lo malo, siempre positivo, nunca negativo, como soy yo, es mi caso, y de ello me precio, a gala lo tengo, adorno, considero, desde esta atalaya, que esta película, éticamente, es vergonzosa, y me explico, a quién se le ocurre que el puto gordo (hispano tenía que ser, a más a más, doble discriminación, ni uno sano, super size me) ese, cuando se convierte en superhéroe, pierda toda la grasa, qué mensaje están mandando, ¿qué mierdas quieren decir estos cabrones fascistas y racistas, que un gordo no puede ser un superhéroe tal vez, que no puede hacer cosas grandes y buenas?, ¿cómo es posible que a estas alturas del pleno siglo veintiuno se puedan seguir produciendo perpetuando estos malos ejemplos y discriminaciones?, ¿os imagináis que una mujer para ser una superheroína se tuviera que convertir en hombre (...) o un negro en blanco (...) o un enano en alto o un político o periodista en un ser humano?, (a que) no hay huevos.
Tampoco pintan ni aportan nada los malotes mierdosos del instituto, por un tubo, son absurdos. Y el protagonista de mayor es un atontao mariposón que da más bien grima o repelús, vete de mí, cuidado, peligro, (no dejad) que los niños se acerquen (a él), que esto es Jólivud, una sentina de depravación.
Tal y como está la cosa, lo próximo serán superhéroes en formato de bebés de teta, salvando el mundo en carrito y con chupete, con el sonajero en ristre (y aun así supongo que sería un cine demasiado adulto para la mayoría del público, da igual la edad, prohibida la entrada si no va acompañado por un tutor del Estado, para que no se haga más daño) y el pañal como capa, el séptimo arte sigue la misma evolución que la sociedad, reflejo, espejo, y que Benjamin Button, estamos a un suspiro de desaparecer dentro de nuestras santas madres, de la nada a la nada, nadeando.