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Voto de Ferdydurke:
6
7,1
1.830
Drama. Romance
Nelly, una mujer que acaba de divorciarse, conoce casualmente al señor Arnaud, un magistrado retirado cuya mujer vive en Ginebra con otro hombre y cuyos hijos apenas le hablan. Arnaud le ofrece a Nelly un trabajo: mecanografiar el manuscrito de la novela que ha escrito. La relación laboral resultará enriquecedora para ambos. (FILMAFFINITY)
16 de noviembre de 2022
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Aviso, en esta parte superior de la crítica he expuesto o tratado de explicar algunos hechos que podrían incurrir en el temido spoiler por falta de espacio más bajo, perdonen las molestias)
Aburrirse es humillante.
Cómo son estos franceses la leche. Nadie podría contar esta historia tal que así. Este amor otoñal invernal inmortal monumental abrumador e indestructible, devastador y terrible, castrador e insoportable en el que apenas se tocan y casi que se alientan (alienta él, el pobre) a que se líen con los otros y sin decir prácticamente sobre todo ello ni media palabra, lo mismo, pero en menor grado que las familias y amistades de ambos revoloteando alrededor de ellos y siendo más o menos conscientes del intrincado en cuestión asunto, pero sin decir ídem ni mu, la callada por comentario o respuesta, ni el tato, y especialmente la familia de él que podría ver en peligro el capital o patrimonio del abuelo, tanto ganso dinero de piedra a tiro.
Elegancia, austeridad, sobriedad, educación, finura, discreción, suave pedantería, sequedad, ínfulas.
En otros casos esto hubiera sido prostitución descarada poco encubierta (como ella apunta a las risas en la cena cuando los demás sobre ellos cotillean cuchichean), aquí es trasvase intelectual nada menos, díctame tu texto, querido venerable maestro, de tu letra y puño, que yo lo copio, cada letra, juego de ajedrez emocional, alta política amorosa, diplomacia espiritual corpórea.
Con otra mirada hubiese surgido/aparecido el humor y el esperpento que atañe indudablemente, en nuestra tradición hay millones de ejemplos desde Cervantes hasta cualquier juntaletras que se poco precie, a toda relación entre viejo pellejo con dinero y joven chica más bien pobre pero hermosota manzana fresca, aquí es pudor y sabiduría, comprensión y contención, delicadeza, prudencia, cautela, paciencia y, como mucho, se supone, suspiros en la medianoche que el alma de la ciudad con un leve de conmiseración quejido asume, se traga tranquilamente, que el viento se los lleve.
De otro modo, hubiera habido grandes escenas, espuma por la boca, celos de Otelo, tragedia, abominación, espanto, algo chabacano/grosero, horror, nada en esta ocasión, suavidad, solera, silencios, dejarlo estar, dejarlo pasar.
Ella es cortante, precisa, concisa, puritana rayando en la intolerancia le dice él con cierto humor, parca, ascética en la forma, hasta brutal en su obstinada mudez casi constante, adusta, implacable, intachable, amurallada fortaleza inexpugnable.
Él es más cambiante y colérico y activo en el juego, más humano e imperfecto, pero igual de cauteloso y distanciado en los modos.
La paradoja es que él maneja las reglas del juego, él las crea y modela y plantea y es ella la que siempre saca lleva en verdad la ventaja, la que gana, el cazador es inevitablemente cazado en su propia parva trampa, en su impotencia irresoluble.
No tocarse. Material con alto peligro de explosión, demasiado voltaje.
Él la compra para tenerla cerca con la excusa del libro que mucho a él, como reconoce, realmente no le interesa una mierda. Y ella se deja. Pero él sabe que no puede ser, que sería de muy mal gusto intentar forzar la situación, plantear claramente el meollo del asunto, bajar el telón descubrir el juego, perder las más exquisitas formas, echarse al barro, ser directo, pelear por lo (que querría y ha pagado como tal) suyo, por el objeto (humano) que le ha salido tan caro al buen gran señor poderoso venido a menos será por dinero por la vida derrotado y ya bastante solo y acabado, de esa forma ella se rebajaría si aceptara y sería igualmente violento si tuviera que negarse en redondo, como de hecho le pasa con el de su edad en esa tensa cena en la que ella no acepta comprometerse. La diferencia de edad es, como ya dijimos, la gran traba entre ellos, insalvable, demasiado grande, impenetrable, abismal, un obstáculo insoslayable. Ella apenas inicia la vida y él ya casi la cierra o termina. Nada que hacer.
Pero él mientras tanto de sus cenizas parece que renace, se anima, se agita, sufre, se duele, algo, por fin, tras tanto tiempo de anemia asepsia afectiva, le pasa, aunque sea más bien malo o incompleto. A ella también le sirve el enredo para abrirse puertas, quitarse telarañas, tomar impulso para mejorar/cambiar su vida y eliminar lastre, parásitos (el mantenido marido tan por ejemplo).
Al final la familia de él intercede (en ese sentido es muy gracioso el comentario que hace la esposa o exesposa que se lo lleva de viaje cuando comenta que su hija ya le había hablado de la belleza de la escribana, nada más que añadir, a buen entendedor...) sutilmente por miedo a que ella se lo lleve (crudo) y a él eso le sirve para liberarse del tormento de ese esclavo deseo sin solución ni premio ni remedio, agonía sin recompensa, donde además pone el dinero y casi la cama (para el otro), tan frustrado, ese ajetreo pasivo agresivo al que ella le somete más o menos cruel inconscientemente, con esa corrección perfecta que se acerca peligrosamente al más pérfido sadismo (la noche en la que ella se queda a dormir, recuerda lejana familiar graciosamente a las calenturiento cómicas perversiones del Buñuel de Viridiana, es en ese aspecto evidente si además le sumamos el masoquismo doliente del pobre anciano, ese toma y daca siniestro tan civilizado indirecto claro).
Aburrirse es humillante.
Cómo son estos franceses la leche. Nadie podría contar esta historia tal que así. Este amor otoñal invernal inmortal monumental abrumador e indestructible, devastador y terrible, castrador e insoportable en el que apenas se tocan y casi que se alientan (alienta él, el pobre) a que se líen con los otros y sin decir prácticamente sobre todo ello ni media palabra, lo mismo, pero en menor grado que las familias y amistades de ambos revoloteando alrededor de ellos y siendo más o menos conscientes del intrincado en cuestión asunto, pero sin decir ídem ni mu, la callada por comentario o respuesta, ni el tato, y especialmente la familia de él que podría ver en peligro el capital o patrimonio del abuelo, tanto ganso dinero de piedra a tiro.
Elegancia, austeridad, sobriedad, educación, finura, discreción, suave pedantería, sequedad, ínfulas.
En otros casos esto hubiera sido prostitución descarada poco encubierta (como ella apunta a las risas en la cena cuando los demás sobre ellos cotillean cuchichean), aquí es trasvase intelectual nada menos, díctame tu texto, querido venerable maestro, de tu letra y puño, que yo lo copio, cada letra, juego de ajedrez emocional, alta política amorosa, diplomacia espiritual corpórea.
Con otra mirada hubiese surgido/aparecido el humor y el esperpento que atañe indudablemente, en nuestra tradición hay millones de ejemplos desde Cervantes hasta cualquier juntaletras que se poco precie, a toda relación entre viejo pellejo con dinero y joven chica más bien pobre pero hermosota manzana fresca, aquí es pudor y sabiduría, comprensión y contención, delicadeza, prudencia, cautela, paciencia y, como mucho, se supone, suspiros en la medianoche que el alma de la ciudad con un leve de conmiseración quejido asume, se traga tranquilamente, que el viento se los lleve.
De otro modo, hubiera habido grandes escenas, espuma por la boca, celos de Otelo, tragedia, abominación, espanto, algo chabacano/grosero, horror, nada en esta ocasión, suavidad, solera, silencios, dejarlo estar, dejarlo pasar.
Ella es cortante, precisa, concisa, puritana rayando en la intolerancia le dice él con cierto humor, parca, ascética en la forma, hasta brutal en su obstinada mudez casi constante, adusta, implacable, intachable, amurallada fortaleza inexpugnable.
Él es más cambiante y colérico y activo en el juego, más humano e imperfecto, pero igual de cauteloso y distanciado en los modos.
La paradoja es que él maneja las reglas del juego, él las crea y modela y plantea y es ella la que siempre saca lleva en verdad la ventaja, la que gana, el cazador es inevitablemente cazado en su propia parva trampa, en su impotencia irresoluble.
No tocarse. Material con alto peligro de explosión, demasiado voltaje.
Él la compra para tenerla cerca con la excusa del libro que mucho a él, como reconoce, realmente no le interesa una mierda. Y ella se deja. Pero él sabe que no puede ser, que sería de muy mal gusto intentar forzar la situación, plantear claramente el meollo del asunto, bajar el telón descubrir el juego, perder las más exquisitas formas, echarse al barro, ser directo, pelear por lo (que querría y ha pagado como tal) suyo, por el objeto (humano) que le ha salido tan caro al buen gran señor poderoso venido a menos será por dinero por la vida derrotado y ya bastante solo y acabado, de esa forma ella se rebajaría si aceptara y sería igualmente violento si tuviera que negarse en redondo, como de hecho le pasa con el de su edad en esa tensa cena en la que ella no acepta comprometerse. La diferencia de edad es, como ya dijimos, la gran traba entre ellos, insalvable, demasiado grande, impenetrable, abismal, un obstáculo insoslayable. Ella apenas inicia la vida y él ya casi la cierra o termina. Nada que hacer.
Pero él mientras tanto de sus cenizas parece que renace, se anima, se agita, sufre, se duele, algo, por fin, tras tanto tiempo de anemia asepsia afectiva, le pasa, aunque sea más bien malo o incompleto. A ella también le sirve el enredo para abrirse puertas, quitarse telarañas, tomar impulso para mejorar/cambiar su vida y eliminar lastre, parásitos (el mantenido marido tan por ejemplo).
Al final la familia de él intercede (en ese sentido es muy gracioso el comentario que hace la esposa o exesposa que se lo lleva de viaje cuando comenta que su hija ya le había hablado de la belleza de la escribana, nada más que añadir, a buen entendedor...) sutilmente por miedo a que ella se lo lleve (crudo) y a él eso le sirve para liberarse del tormento de ese esclavo deseo sin solución ni premio ni remedio, agonía sin recompensa, donde además pone el dinero y casi la cama (para el otro), tan frustrado, ese ajetreo pasivo agresivo al que ella le somete más o menos cruel inconscientemente, con esa corrección perfecta que se acerca peligrosamente al más pérfido sadismo (la noche en la que ella se queda a dormir, recuerda lejana familiar graciosamente a las calenturiento cómicas perversiones del Buñuel de Viridiana, es en ese aspecto evidente si además le sumamos el masoquismo doliente del pobre anciano, ese toma y daca siniestro tan civilizado indirecto claro).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De acuerdo. En esa relación contractual, ella sale mucho más ganando que él, mucho más partido jugo le saca al trato, su parte contratante se lleva la mejor parte, normal que a la primera ocasión él saliera huyendo a donde fuera, a dar la vuelta al mundo como Willy Fog, era una situación que estaba envenenada viciada y tan descompensada desde el principio en la que ella tenía toda la libertad, ganaba un buen sueldo además, y no tenía a cambio ninguna obligación (se negaba, en el colmo de la racanería moral amistosa laboral, actitud rapaz, hasta a darle cualquier tipo de explicación/justificación al amo o jefe de ese ambiguo siniestro trato, lógico por otro lado que ella hiciera eso ya que ese era el único modo de que aquello no se les fuera definitivamente de las manos y acabara como el rosario de la aurora, ella era sabia como ninguna, latín y arameo hablaba aunque tan poco dijera, lenguas muertas todas las dominaba) más que la de la taquigrafía o de redacción (pero tan poca cosa que hasta él le decía que fuera cuando quisiera o no y, puro delirio, era ya ofrecerse en holocausto, haz de mí lo que quieras, nena, le dejaba hasta las llaves de la casa para que entrara o saliera cuando se le antojara o apeteciera, estamos locos, crédito no damos). Él, por otro lado, casi nada recibía, entrega, soledad y sufrimiento. No le salían las cuentas, estaba claramente perdiendo, un oprobio.
Las dos veces que ella miente, al marido con el préstamo regalo de dinero y al señor Arnaud sobre el sexo con el otro, anteceden lo que luego vendrá o ella hará, es como si en verdad no mintiera, simplemente jugara con el tiempo de los acontecimientos, como si decidiese en ese mismo momento en el que no dice la verdad pasada algo sobre lo que va a hacer en el futuro próximo y que previamente no tenía del todo claro, como si pensara positivamente a través de la negación, a la inversa, cambiando, flexibilizando la realidad, moralidad, temporalidad de los sucesos, lo que nos puede hacer ver con todavía más claridad el calibre humano pericoloso de la tan aparentemente inocente jovencita.
Las relaciones peligrosas de Laclos versión posterior por alusión, no confesable ni tan obvia, en las que una jovenzuela seduce y sangra a un verde viejo, algo sórdido, aburrido y convencional y no, claro que no tan así, lo convierten en otra cosa, para eso vale también el arte, mucho más en manos tan alquimistas y leídas y bien regadas por los mejores caldos y bien servidas por las mejores criadas.
No es casualidad ni repentina la fascinación que él siente cuando la ve por primera vez, de hecho, no lo era, ya que se había fijado en ella hace tiempo, tanto es así que recordaba hasta el color y largo del pelo de una chica que en no sé si dicen dos años no había vuelto a encontrarse, parece evidente que el hechizo/embrujo/encoñamiento venía de lejos y que solo estaba tratando desesperadamente de aprovechar una mejor ocasión ahora que ella estaba tan harta de la rémora del marido, a ver si esta vez no se le escapaba, pero ni con esas, de derrota en fracaso hasta la última gota.
Está muy bien aunque su apuesta fría culta elevada provoca cierta incomodidad y distanciamiento en el espectador por el excesivo envaramiento de la propuesta y porque le trasladan toda la impotencia del protagonista, esa imposibilidad de hacer nada, atado de pies y manos, le hacen partícipe de ese hecho perverso matizado. Y las relaciones paralelas o secundarias son mucho más flojas, no tienen ni la mitad de interés que la original o primera, igual que la simpática anecdótica presencia intermitente del visitante de pega que proviene de un pasado legendario picaresco Lonsdale.
Pero es un grato y rico entretenimiento. Una obra por otra parte antiespañola y antiyanqui en sus modos y maneras, no es cosa poca ni yerma, por contraste, minipunto para el equipo de los gabachos.
Adiós muy buenas.
Los actores muy bien, la dirección correcta, invisible, sabia, de las que mucho nos gustan.
Las dos veces que ella miente, al marido con el préstamo regalo de dinero y al señor Arnaud sobre el sexo con el otro, anteceden lo que luego vendrá o ella hará, es como si en verdad no mintiera, simplemente jugara con el tiempo de los acontecimientos, como si decidiese en ese mismo momento en el que no dice la verdad pasada algo sobre lo que va a hacer en el futuro próximo y que previamente no tenía del todo claro, como si pensara positivamente a través de la negación, a la inversa, cambiando, flexibilizando la realidad, moralidad, temporalidad de los sucesos, lo que nos puede hacer ver con todavía más claridad el calibre humano pericoloso de la tan aparentemente inocente jovencita.
Las relaciones peligrosas de Laclos versión posterior por alusión, no confesable ni tan obvia, en las que una jovenzuela seduce y sangra a un verde viejo, algo sórdido, aburrido y convencional y no, claro que no tan así, lo convierten en otra cosa, para eso vale también el arte, mucho más en manos tan alquimistas y leídas y bien regadas por los mejores caldos y bien servidas por las mejores criadas.
No es casualidad ni repentina la fascinación que él siente cuando la ve por primera vez, de hecho, no lo era, ya que se había fijado en ella hace tiempo, tanto es así que recordaba hasta el color y largo del pelo de una chica que en no sé si dicen dos años no había vuelto a encontrarse, parece evidente que el hechizo/embrujo/encoñamiento venía de lejos y que solo estaba tratando desesperadamente de aprovechar una mejor ocasión ahora que ella estaba tan harta de la rémora del marido, a ver si esta vez no se le escapaba, pero ni con esas, de derrota en fracaso hasta la última gota.
Está muy bien aunque su apuesta fría culta elevada provoca cierta incomodidad y distanciamiento en el espectador por el excesivo envaramiento de la propuesta y porque le trasladan toda la impotencia del protagonista, esa imposibilidad de hacer nada, atado de pies y manos, le hacen partícipe de ese hecho perverso matizado. Y las relaciones paralelas o secundarias son mucho más flojas, no tienen ni la mitad de interés que la original o primera, igual que la simpática anecdótica presencia intermitente del visitante de pega que proviene de un pasado legendario picaresco Lonsdale.
Pero es un grato y rico entretenimiento. Una obra por otra parte antiespañola y antiyanqui en sus modos y maneras, no es cosa poca ni yerma, por contraste, minipunto para el equipo de los gabachos.
Adiós muy buenas.
Los actores muy bien, la dirección correcta, invisible, sabia, de las que mucho nos gustan.