Ha triunfado, abre la taquilla, mira y no hay nadie al acecho, qué suerte, sin moros en la costa, vía libre, ancha es Castilla, todo en orden y... de repente... el último verano... jajaja, surgen, hago chas y aparezco a tu lado, literalmente de la nada... los fantasmas atacan al jefe... el poli cansino con toda su guardia pretoriana detrás tan bien ordenadita y tan limpia, sin comerlo ni beberlo, aseadita, el corro de la patata, arte de birlibirloque, ni Juan Tamariz o el mago Merlín. Pues ansí, milagros a cascoporro, amazing happens, tan gordos como ese o más, desde el mismo principio, el segundo cero, hasta justo el final hay como a cientos o miles, millones, pájaros de mal kun agüero, no sé, que ahora recuerde, para abrir boca, por ejemplo, los polis que le tienen a punto de caramelo, a dos milímetros escasos de tu boca, codo con codo, y no son capaces de descerrajarle un tiro al conductor o por lo menos a la ruedas, ni la o con un canuto, o la tipa esa que aguanta lo que no está escrito, la pistola en la misma boca, como una campeona, y cuando parece que ya ha pasado lo peor, que ha jugado con inteligencia su única carta posible, la de la ignorancia supina, pues no, giro al infierno, se rinde y canta las cuarenta y, ya de paso, la traviata, lógica euclidiana, o el disparo último a ese energúmeno de apariencia hispana que es posterior a que caiga el tipo al suelo (aquí primero retumba el trueno y después vemos el relámpago, el orden de los factores no altera el producto), o el cómo se encuentran unos a otros o se cuelan en sus sagradas moradas, al calor del hogar, o de hotel habitaciones de los demás u otros (supuestamente harto escondidas) como Pedro por su casa, o el primer interrogatorio tan chusco o qué decir de la rueda de reconocimiento, o la idea de bombero torero del atorrante policía para atrapar de una vez por todas a Ryan, el comportamiento del caco cutre con la maleta y toda la pesca, el de Adjani, ese final abismal.... jajaja.
Corre que te pillo que ahora no miro, cuento tres y me doy la vuelta...
El mejor momento de la peli, qué duda cabe, casi vale la pena verla solo por eso, se produce cuando la del motel de mala muerte, masca que te masca el chicle la mar de fina, le comenta a nuestro héroe que ver la tele cuesta un dólar y este ni la responde, bastante tiene con la casete, y... la cara que ella pone... jajaja... una mezcla graciosa chabacana vulgar de incredulidad/asombro, cómo es posible, debe ser alienígena, tremendo desprecio, vaya idiota o majadero, y profunda decepción, qué puta mierda de clientes que tengo.