Es una bonita película, o una película bonita, también.
Narra, cuenta terribles hechos de nuestra historia atroz como si de una fábula para niños se tratara, amablemente, de forma luminosa y optimista a pesar de todo, con una maravillosa y dulzona, como el colacao con magdalenas o cereales, banda sonora de Morricone, con una fotografía trigueña, anaranjada, feliz.
Si no fuera porque es la guerra, casi que darían ganas de coger la máquina del tiempo que tengo tirada ahí mismo en el garaje como trasto viejo sin utilidad, nada más que para acumular polvo y oxidarse, y darle un uso por fin bueno, correcto y necesario, es decir, agarrarla y volar feliz hacia ese Mayo francés de huida despelotada y pavorosa y, por unos días, ser yo también un niño con un padre tan bueno y políglota y una madre putativa tan guapa, atenta, generosa y primorosa, por no hablar de ese Gourmet alcalde que dan ganas de matarle a besos de abuela cariñosa, además de, por supuesto, votarle en las próximas elecciones, de lo majo, sincero y valiente que es, o de ese escocés gaitero maravilloso, o del vinatero espiritoso o... Todos hermosos y buenos, hasta los alemanes son, por mucho que disimulen para tratar de salvar el honor del mal, y salvo contadas excepciones, hombretones recios y necios solamente, máquinas ciegas que bombardean con negligente sadismo desde un cielo de tan mal augurio.
La guerra contada como un cuento a la noche, al calor de la lumbre, cuando la tribu se recoge tras un día de agotadora supervivencia pero de inefable solidaridad comunitaria.
Una de esas historias que recurren a las pasiones más elementales, esenciales, despojadas, al amor paterno-filial, al miedo primigenio, al valor suicida, al grupo, a la injusticia, al hambre, al sinsentido, todo eso que nos define como especie, pero que normalmente en nuestras vidas modernas está narcotizado o anestesiado, dormido, sepultado, escondido, reprimido, a la espera hambrienta, acolchado por un sinfín de banalidades mullidas con las que tratamos de olvidar todo lo que realmente somos y lo que desgraciadamente nos espera al final del camino.
Bella, emocionante, clara, limpia, superficial, blanda, sencilla, inteligente, bien hecha, qué sé más, se me acaban los adjetivos, solo añadiría que sí.