La Paca. Nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre. Los muertos no se tocan, nene.
Entre la vida y la muerte hay una mala canción, la fina línea que las separa se cree la Callas, horriblemente cantada por Secun De La Rosa y Fuentes Mariola, ya ni a los pobres finados dejan tranquilos ni descansar en paz estos mangarranes, ni a los vivos pasar su correspondiente y benéfico duelo, no respetan nada, todo es un gran oprobio, no es bueno, tampoco humor, es un horroroso guion, sin pizca de ingenio o chispa, una espantosa dirección, por plana e inane, unos esforzados y simpáticos actores dignos de mejor causa, y aunque en este desgraciado caso tal vez solo sean cómplices intelectuales de semejante engendro, perpetradores pasivos o algo más indirectos, también deben pagar por ello, como el resto, nos han ofendido a todos, no nos lo merecemos, esta tierra nuestra tiene un pasado ahíto de grandes obras y enormes creadores, su herencia ha sido tirada por los suelos, son grandes pecadores los que pueblan un cine español lleno de agujeros y sin ninguna gracia, tedio severo, jolgorio negro, quieren matar al espectador con tanta negación y desafuero.
Situaciones sin sentido que se alargan inexplicablemente en una película que recurre a las bromas más básicas y zarrapastrosas, a lo más zafio, vulgar y grosero, todo muy obvio, arcaico, erróneo, nefando, sin rastro de talento ni apenas huella de inteligencia o tiento, solo te puedes agarrar al clavo ardiendo de tu legendaria benevolencia para no ir a por ellos, a quemarlos a todos en la hoguera, ya que al fin y al cabo también te dan una infinita pena, la vida es muy dura y hay que salir adelante como sea, ganarse el pan con el sudor de tu frente, pagar de tus muchos niños la cara escuela.
Se puede apreciar la intención de reírse de todo, más allá del bien y del mal, de la vida y la muerte, hasta podría ser un ejercicio muy saludable y hasta reconfortante, pero no esto y no así, de esta mala manera, tan fea.
En fin, que muy mal, entre la tristeza gruesa y la vergüenza ajena pudo con nosotros el gran aburrimiento, casi en su nada perfecto.