Insufrible, pedante hasta la náusea, inconexa y rematadamente estúpida y pueril.
Tras fijar los postulados de la"nouvelle vague" en sus dos primeras buenas películas, Godard se dedicó a repetir los argumentos reinterpretando la forma y experimentando con el medio cinematográfico. De esta manera, nos encontramos ante el más valiente y, a su vez despreciable, creador de vanguardia francés.
Un engreído, narcisista y ególatra que se atreve a firmar películas "dadaístas", como esta que nos ocupa, y sus acólitos le dan el calificativo de genio, es porque hemos perdido un tornillo.
Ya, con "El Desprecio", se valió de una cuidada estética y de guapas mujeres para captar la atención de una obra lenta, aburrida y fallida y; ahora, con "Pierrot", todavía se muestra más atrevido y rueda y monta secuencias sueltas de manera deshilvanada, ridículas, cómicas, musicales incluso, repitiendo el argumento de "Al final de la escapada" (si es que lo hay) y, demostrando que cuando no hay nada que contar, lo mejor es reposar la inspiración y proveerte de alguna buena idea.
Esta película, estéticamente tiene algún momento conseguido, por lo demás es una penosa y petulante experimentación formal que puede servir a algún crítico para fustigarse y flagelarse hasta perder el sentido.
Mala.