Escribo estas líneas con un ánimo altruista y benefactor hacia quienes aún no han visto esta película: ni se os ocurra hacerlo. Ahora bien, si queréis malgastar 90 minutos de vuestra vida y al terminar esta infecta película sentiros como el paleto al que acaban de estafar con el tocomocho o la estampita, entonces pillad sofá con reposacabezas y dad paso al gesto estúpido de tragaros esta perla de la cretinez. Yo os he avisado, eh. Que conste.
Uno, que es cinéfilo paciente, hizo lo que no debería: aguantar el sin paliativos coñazo de "La vida ante sus ojos" esperando que tanto sinsentido se enderezara al minuto siguiente. Nada de nada. Todo fue a peor y maldije mi tolerancia por no haber cortado desde el minuto cinco con el bodrio de marras.
Eso sí, anoto en mi disco duro que el fulano que me hizo perder esa hora y media es el judío Vadim Perelman (si no fuese judío, difícilmente hubiera encontrado productora y distribuidora para este engendro; pero es que los judíos son muy solidarios con los suyos).
Ya sabéis, amigos: quien avisa no es traidor. No sé si existe la calificación Cero Patatero, pero intentaré ponérsela o, en su defecto, la más próxima.