Otra laguna de mi cinefilia. La pena es que ya no tengo edad para deslumbramientos. El plan era ver las tres del tirón, pero, tras esta, me voy a dar mi tiempo. Las espectativas eran tan altas que el arranque me ha decepcionado. No acababa de producirse la epifanía, por lo que he apagado y he intentado echarme un sueñecito. Pero no he conseguido dormirme pensando en que si no la terminaba ahora, no la terminaría nunca y he vuelto a encender.
Y, bueno, al final ha sido bastante gratificante. A partir de la muerte de la abuela, han comenzado a aparecer secuencias cargadas de emoción que ha hecho levantar mucho el vuelo a esta crónica de la vida de una familia pobre entre los pobres, ese tipo de gente a la que nunca le pasa nada bueno. En el muy limitado mundo del pequeño Apu todavía hay resquicios por los que se cuelan el asombro y la poesía. El final de esta "no historia" supone el comienzo de otra.
No se si existe un modo específicamente indio de ver el mundo, pero Ray nos ofrece unas personales imágenes, sobre todo cuando registran la imbricación entre los personajes y la temible e invasiva naturaleza, de una calidad más expositiva que narrativa, pero capaces de transmitir emoción con medios exclusivamente cinematográficos.
Aparte de sus valores artísticos, la película tambien debe apreciarse como documento de una cultura y una sociedad tan distinta a la nuestra. Podemos estar seguros de que la visión que se nos ofrece está libre de pintoresquismo. Hemos vislumbrado el mundo y las inquietudes de Apu y le seguiremos la pista. Pero no hoy.