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Voto de Hartmann:
8
Western Nuevo México, 1953. Jack Burns, un vaquero amante de la libertad y de los horizontes abiertos, llega cabalgando al pueblo de Duke City. Su intención es liberar a su amigo Paul Bondi antes de que lo trasladen a una prisión estatal. Bondi, que ha sido condenado a dos años de cárcel por acoger en su casa a algunos mexicanos que han cruzado ilegalmente la frontera, es un escritor que dejó su vida aventurera para casarse. Jack visita a la ... [+]
21 de junio de 2009
65 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un sutil plano secuencia nos muestra a un vaquero descansando junto a un pequeño fuego de campamento en medio el desierto. Un lejano rumor rompe el silencio del paisaje. Cuando el hombre alza la cabeza, ve sobre él las estelas de tres reactores que surcan los cielos con rumbo desconocido. En apenas unos segundos y dos planos Miller ya ha definido el tema de este título con una excelente lección de síntesis. “Los valientes andan solos” es, por su naturaleza y su enfoque narrativo, un western crepuscular, un cortante análisis del cambio producido en el tránsito del mundo pionero y fronterizo a la nueva sociedad industrial, y de cómo ese cambio ha dejado en la cuneta a un nutrido grupo de inadaptados a los que la Historia ha cogido con el ritmo cambiado.

Jack, el protagonista y parte de ese grupo, está abocado al trágico destino del que se sabe perteneciente a un modo de vida en extinción, cada vez más ahogado por el cerco asfaltado de fronteras, muros, leyes y burocracia que la sociedad moderna impone de manera inexorable. En muchos aspectos, este testarudo hombre de la frontera que afronta su particular duelo con la ley preludia de manera brillante a esos personajes inadaptados y excluidos que años más tarde vertebrarían con su violento periplo la mayoría de los títulos de Peckinpah (sin olvidar al John Rambo de “Acorralado”). Para él no existen clases ni etiquetas, tan sólo personas que se definen por sus obras, una mentalidad que choca frontalmente con una sociedad cuadriculada obsesionada por la catalogación y las normas. Lógico que este vaquero anacrónico se sienta extraño entre sus congéneres y sólo encuentre la liberación cabalgando por paisajes aún salvajes a lomos de su yegua Whisky, tan temperamental y tozuda como la naturaleza que les rodea y de la que el animal es una excelente metáfora (incluyendo ese miedo cerval a las carreteras).

En lo formal, Miller firma un trabajo más que solvente, rodado en un áspero blanco y negro que contribuye a resaltar lo agreste del escenario en que se desenvuelve la trama. Obra notable en su discurso y estructura, con dignas escenas de acción alejadas del exceso pirotécnico, gana lustre también gracias a un acertado reparto encabezado por un enérgico Kirk Douglas y un resignado Matthau, luchador uno, condescendiente el otro, unidos por su escepticismo ante el sistema pero separados (y enfrentados) por la actitud con la que uno y otro lo manifiestan. Una cálida Gena Rowlands y un interesante plantel de secundarios completan el cuadro con nota alta. Trumbo lima las aristas de su guión con la humanidad que destilan sus personajes y con un gratificante sentido del humor del que son excelentes ejemplos la pelea en la comisaría y algunas frases con mordiente, como la del sheriff a su ayudante:

-¿Recuerda a la chica de L. Hill que encontramos boca abajo con un cuchillo en la espalda y el forense certificó suicidio?

Película más que apreciable pese a no ser de las más conocidas de Douglas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hartmann
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