Pájaros de Verano es una propuesta cinematográfica de orden antropológico centrado en un clan de la cultura Wayuu, la cual va corroborando los beneficios del poder cuando se asume con la distribución de droga. Ciro Guerra y Cristina Gallego se van hacia el ámbito rural y nos muestran usos, reglas y costumbres — a lo largo de diez años— de este grupo, regido por la figura matriarcal, quien nada doblegada por su rol, escuda su linaje con decisiones radicales.

Basada en hechos reales, la obra se divide en cantos que relatan ese duelo de poder entre la mencionada mujer de rango dentro de la estructura familiar y su yerno, Rapayet, a quien en primera instancia se le impone una serie de condiciones que le permitan formalizar su unión con Zaida —la hija de la matriarca— y posteriormente ser sometido a los designios del clan, donde la lealtad al círculo sobre cualquier asunto debe prevalecer al precio que fuere.

A pesar de ser una historia de el narcotráfico y basada primordialmente en narrar a través de estos dos personajes, la inicial interacción y los alcances del narcotráfico sobre la comunidad y la familia, la película supera el golpe efectista característico de otras tantas producciones en función del impacto entre la audiencias y la limita a mostrar la descomposición social instalada entre los grupos donde la vulnerabilidad quedará como una pantalla.

Una maraña sustancial extraída del cotidiano rural de hoy alojado en muchos sitios de América Latina.