El sexo vende, una frase tan real y evidente se corrobora con sólo ver el éxito de una película tan mala y hueca como ésta. Poco sexo, muchas lagrimas y el pudor son factores que desatarán la guerra de género; un anoréxico sexual casado con una ninfomanía; un sátiro junto a una frígida; y dos solteros infelices por lo vacío de sus vidas.

Se puede resumir que la cinta de Serrano parece una serie de circunstancias premedítadas para que los balcones sirvan de trinchera y como el caballo de trilla haya una invasión que siembre el caos en el apartamento contrario.

Con interpretaciones de nivel —malas, por excelencia—, el resultado es un chiste malo, alargado, básico, que demuestra una comedia ramplona. La Zabaleta continúa en personaje, nunca demuestra la autenticidad de Ana; Demian Bichir en una de sus peores participaciones, sobreactuado y con una caracterización lamentable, aunado a unos parlamentos que buscan ser reaccionarios y apabullantes.

Por otro lado, banda sonora es de lo más sobrevalorado, Aleks Syntek no pasa ni en letra y mucho menos arreglos.

Con un guión lineal y aburrido este tipo de historias pueden gustar, pero son más controversiales que calidad, y su trascendencia puede deberse al éxito taquillero que a otra razón; las comparaciones surgen y con frecuencia posicionan al cine mexicano de esta época como mal hecho.