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Voto de Juan Marey:
7
Cine negro. Drama Johnny Angel, un capitán de barco, llega a puerto para vengar la muerte de su padre. Un taxista le ayudará a encontrar a una mujer que ha sido testigo del crimen. (FILMAFFINITY)
10 de enero de 2024
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Edwin L. Marin (1.899 – 1.951) fue un director especialmente adscrito al western, lo cierto es que mi escaso acercamiento a su obra me impide una valoración certera de la misma, aunque si he de hacerlo a partir de esta película tendría que señalar que nos encontramos con un director competente y dotado con ocasionales destellos de inventiva cinematográfica, un profesional aplicado y capaz de “cocinar” una apreciable película cine negro e incluso de configurar algunas secuencias y episodios de cierta intensidad. Nos encontramos ante un relato insertado dentro del noir con matices románticos, destinado al protagonismo de un simplemente eficaz George Raft, una película de clara serie B que se contempla con sumo agrado, aunque la verdad uno se podría imaginar lo que hubiera dado de sí la adaptación de esta obra de Charles Gordon Booth, transformada en guion de la mano de Steve Fisker, no solo en manos de un maestro como Jacques Tourneur o un cineasta capaz de tensar atmósferas opresivas como fue Edward Dmytryk, sino incluso evocando los nombres de los geniales Mark Robson o Robert Wise.

Vamos al meollo de la cuestión: En medio de la intensidad de una niebla nocturna, el capitán Johnny Angel (George Raft) descubre desde su barco la presencia de otro buque, al que accederá junto con algunos componentes de su tribulación, comprobarán que se encuentra desierto y atisbará la presencia de señales de sangre y de violencia y, para más desolación por parte de Angel, la certeza de la muerte de su progenitor que. para más inri, era capitán de dicho barco. El traslado del buque al puerto de Nueva Orleans será el inicio de una alambicada peripecia iniciada con el deseo de investigar de Johnny y la presencia de una joven que fue testigo privilegiado de la misteriosa situación, ella será Paulette (Signe Hasso). A partir de dichos mimbres se desarrolla un argumento arquetípico dentro del género que en su conjunto define un producto más que apreciable, con una notable y contrastada fotografía en blanco y negro de Harry J. Wild.

Si se pusiera a Humphrey Bogart en el papel principal, seguramente sería recordada como un verdadero clásico, con George Raft como protagonista, no es ningún clásico, por supuesto, pero aún así, es una más que atrayente muestra de cine negro. Raft, aunque sin duda era un actor limitado, tenía una presencia sólida y, en ocasiones, era innegablemente eficaz a pesar de sus limitaciones obvias. Está en su mejor momento cuando le piden que sea duro e implacable, tiene sus limitaciones durante esas escenas en las que se le exige que sea intrigante o reflexivo, decir una cosa mientras se piensa otra, digamos que no le gustan mucho los matices, esto sin duda perjudica a la película, especialmente en la segunda mitad, donde nosotros como espectadores necesitaríamos sentir su creciente indignación, impaciencia y sed de venganza, pero Raft está mucho más inspirado durante la primera parte y, de hecho, registra verdadero dolor y arrepentimiento por la muerte de su padre mientras deambula por el barco supuestamente desierto, además, en su búsqueda para encontrar al asesino, se muestra a Raft con sus mejores registros.

Una más que interesante película en la que todo es realmente negro, muy negro... Todos habitan un mundo cerrado, donde incluso los idilios apestan a claustrofobia y obsesión, los hombres luchan contra las imponentes sombras de sus padres, las mujeres son peligrosamente enigmáticas, y los muelles de Nueva Orleans brillan bajo la luz difusa de una sola farola. ¿Quieres cine negro? Esto es cine negro.
Juan Marey
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