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España España · MADRID
Voto de Spark:
10
Acción. Aventuras. Drama En el año 180, el Imperio Romano domina todo el mundo conocido. Tras una gran victoria sobre los bárbaros del norte, el anciano emperador Marco Aurelio (Richard Harris) decide transferir el poder a Máximo (Russell Crowe), bravo general de sus ejércitos y hombre de inquebrantable lealtad al imperio. Pero su hijo Cómodo (Joaquin Phoenix), que aspiraba al trono, no lo acepta y trata de asesinar a Máximo. (FILMAFFINITY)
19 de agosto de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En gustos no hay nada escrito, y el cine es y ha sido siempre cuestión de gustos, es un arte de lo más subjetivo. Lejos de dejarse llevar por la perfección técnica, son los sentimientos que nos despierta la obra de manera personal y particular lo que hace que idolatremos una película u otra, y eso se basa más en nuestras situaciones personales que pueden despertar ciertos sentimientos concretos y no en nada más.

Pues bien, a mí personalmente esta película me golpeó bien fuerte. Y no es porque sea una maravilla en el aspecto técnico (que lo es), no es solamente porque su perfecta ambientación transporte como ninguna y se note continuamente la arena, el sudor y la sangre, ni por sus espectaculares y realistas batallas con ese despliegue de tropas romanas (la del comienzo deja la boca abierta. Sin duda la mejor batalla de romanos que he visto en la historia del cine), ni por los vibrantes y emocionantes duelos de Máximo en la arena del circo contra gladiadores, carromatos o tigres encadenados... tan perfectos que te hacen luchar con él (todas las escenas de acción se viven en primera persona), ni por la inolvidable banda sonora de Hans Zimmer (la mejor que ha hecho y plagiada de mil maneras desde entonces). Aunque opino que a pesar de que la historia fuera una mierda, solo merecería verse por su ambientación, su iluminación, su recreación, etc... no es por esto por lo que apuntó directamente hacia mí.

Tampoco fue por su maravilloso guión que no aburre jamás, ni por sus diálogos memorables (ya sean las conversaciones de los mandatarios y sus diferentes visiones filosóficas sobre la esencia del Imperio, o por esas frases para el recuerdo que se quedan grabadas en la memoria y se han hecho míticas (que si "lo que hacemos en vida tiene su eco en la eternidad", que si "volverás a verlos, pero aun no", que si "obtendré mi venganza en esta vida o en la otra", que si mucha "fuerza y honor", que si "roma victi", que si "siempre serviré a Roma" en fin...)), ni por sus escenas de traiciones y conspiraciones. Tampoco fue por esto.

Ni siquiera fueron las actuaciones inmejorables de los secundarios (desde el personaje de Próximo, pasando por Oliver Reed como anciano y decrépito Emperador, y llegando hasta un genial Joaquin Phoenix como uno de los villanos más repugnantes y a la vez lastimosos del cine, por culpa de ese tormento y trauma que tiene su personaje porque su padre no lo ama).

Tampoco fueron las magníficas relaciones entre personajes (ya fueran la del emperador con Cómodo (Phoenix), su hijo carnal o con Máximo (Crowe), su hijo "de corazón". O la de Cómodo con Máximo y esa envidia y rabia que le corroe... o esa vanidad que emana su personaje).

Ni siquiera la combinación de todo lo anterior que acaba dando como resultado escenas realmente poéticas e irrepetibles fue lo que me cautivó de verdad...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Spark
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