Existen pocas tareas más complejas que ésta en la que se embarcó el señor Leman, pero lo cierto es que resolvió esta adaptación de una de las maneras más inteligentes que uno pueda imaginarse.

El hecho de convertir el relato de Lovecraft en una película muda y monocroma, no sólo la acerca al estilo cinematográfico de los años 20, la misma década en la que fue escrito, sino que permite ocultar gran cantidad de matices que serían imposibles de representar en pantalla.

El mediometraje resultante es extremadamente fiel al relato original, aunque como es evidente, pierde muy mucho en las escenas oníricas, pero el resto es de sobresaliente. Algunas citas se conservan tal cual y eso hace que gane muchos puntos en la narrativa, el estilo de Lovecraft queda patente en toda la obra.

Quizás hubiese sido necesario algo más de texto en las partes clave de los acontecimientos, tanto la del pantano como toda la parte final, porque dejar todo el peso en las actuaciones hace que quede demasiado teatrero, perdiendo el encanto de los “horrores indescriptibles” del maestro.

En definitiva el cómputo global es notable, sobre todo queda la sensación de haber sido muy bien resuelto para lo difícil que resultaba. Desde luego es la mejor adaptación hasta la fecha, a pesar de que por mucho que diga Stuart Gordon, no supera en ningún aspecto al medio original, aunque al menos podemos decir que se le acerca, que ya es bastante.