La película acompaña a Isabelle (Juliette Binoche), una artista plástica de alrededor de 50, divorciada y madre de una niña de 10, en sus diversos intentos por entablar relaciones amorosas.
Esta película de Claire Denis está basada en el ensayo Fragmentos de un discurso amoroso del filósofo y semiólogo Roland Barthes.

La narración presenta varias elipsis: cada nuevo interés amoroso de Isabelle aparece súbitamente, como in media res, dando a entender que la relación con el candidato anterior aparentemente ya había terminado.

En un comienzo, la naturalidad de los diálogos, el carisma de Binoche y la enorme franqueza sexual de las escenas, captura al espectador. Pero luego empiezan los problemas, afectivos (y narrativos): los hombres en cuestión son reacios al compromiso y el lenguaje se erige casi siempre como obstáculo para los vínculos que entabla Isabelle. Irónicamente, éste sería el mensaje, a mi entender, de la película.

La cuestión es que para ilustrar ese problema los personajes hablan demasiado y el carácter fragmentario de la narración impide que la acumulación de frustraciones de la protagonista produzca el mismo efecto de acumulación en el espectador. Y esta falta de acumulación torna repetitivas las instancias del relato.

El colmo de la película es una larga intervención de Gerard Depardieu que resulta un total despropósito.

Por otro lado, no he sido capaz de captar el lado humorístico señalado por la crítica, crítica que coloca a este film por las nubes.

Sobre lo que no hay dudas es que el sol del título y de la película es Juliette Binoche, quien, más bella que nunca, nos brinda una actuación maravillosa, capaz de transmitir sus cambios de estado de ánimo en cuestión de segundos.

En suma, y parafrasenado a Barthes, la película podría llamarse Frustraciones de un discurso amoroso, para la protagonista y para los espectadores.