Un investigador privado recibe un encargo de su ex novia, más bien una llamada de auxilio desesperado. Cuando empieza el trabajo todo se complica y ocurre algo inesperado porque ahora la que ha desaparecido es ella.

Puro desenfreno, puro despropósito. Reflejo de una sociedad, la americana de los años 70, en donde aún colea la resaca de las Guerras Mundiales y las dosis de morfinas inyectadas en vena a sus fieles para tapar sus miserias y las del Gobierno. Incapaz de tener una sanidad pública pero que ve bien tener un arma en casa y que legaliza el consumo de todo tipo de sustancias psicotrópicas. Eso es una sociedad avanzada y lo demás son tonterías. EEUU aguantaría dentro de la UE aproximadamente dos Grecias y media, convertido en euros, una hora y cuarto. Dos nominaciones a los Oscar, lo que confirma que las palomitas de los académicos en su visionado no solo llevaban sal. Y en relación a la película, es excesiva por los 4 lados y no hay ni por dónde cogerla. Partiendo de la base que no te enteras de nada debido a la cantidad de personajes que aparecen (en la novela quedarán muy bien pero en pantalla dan el cantazo) y…por la coca que se respira en el camerino del director, Paul Thomas Anderson.

Lo mejor: Joaquin Phoenix al menos lo intenta a pesar de que se confirme que tiene chepa. La BSO se deja escuchar. Actores conocidos en mitad del oasis.

Lo peor: Casi todo, ni éramos tan malos antes ni tan buenos ahora. Solo faltan un par de entrevistas con antiguos drogadictos para ser un documental pasable. Infumablemente larga.

Nota: 2,5/10