Intentando emular en parte el estilo de James Wan tras el éxito de Insidious y The Conjuring, Stiles White realizó con poco acierto una película similar en fondo y forma al estilo del gran director malayo pero que hace aguas en un elemento fundamental: falla a la hora de crear terror.

A ello no ayuda la pobre interpretación de un joven reparto lleno de caras desconocidas que no dan la sensación de creerse lo que está pasando en ningún momento, restando tensión precisamente a esas escenas que deberían asustarnos y que se quedan a medio camino.

Ni tan siquiera la aparición de la añosa musa del terror actual Lin Shaye logra aupar demasiado el conjunto, que termina por resultar soporífero. Sólo un hábil giro argumental final logra salvar a la cinta del desastre absoluto, siendo lo mejor de una película de terror por lo demás bastante olvidable.

Mi nota: **