Cuanto menos duerme, más sucia ve la ciudad. Se sube a un taxi y deambula de un lado a otro transportando a cualquiera que necesite un coche. No importa quién, no importa donde, tan solo moverse para no necesitar dormir.

Solo y con los ojos bien abiertos, la suciedad se acumula en cada esquina y le va transformando en autómata y justiciero a partes iguales.

Apático trastorno interior, observa y confunde paso a paso la vida que lleva. No es locura, es la soledad de los días que se vuelven eternos cuando la cabeza no encuentra un minuto para descansar. Con las armas cerca, ya no tiene sentido esperar para volver a su batalla personal.

Ellas también tienen su sitio en la vida, una joven mujer preocupada por el éxito ajeno que le inquieta, le enciende, le enamora. Una muchachita encerrada en el aspecto de virgen y prostituta al mismo tiempo, amiga de pantalones cortos y sombrero. Necesita alguien a quien salvar, necesita alguien que le salve.

Pero el trance en ocasiones crea héroes de la nada, de golpes fallidos en ciudades demasiado sucias para los insomnes que no tienen nada que hacer.