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Voto de mnemea:
8
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Drama
Desde finales del siglo XIX, se producen emigraciones masivas a los Estados Unidos. A bordo de lujosos trasatlánticos, además de elegantes burgueses, viajan también emigrantes. Danny, el maquinista del Virginia, encuentra a un niño abandonado sobre un piano, lo adopta y le impone el nombre de Novecento ("siglo XX" en italiano). El barco es el hogar del niño, y los pasajeros, sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, alguien ... [+]
17 de julio de 2009
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un bebé nace en el primer día del primer año, haciendo que su gloriosa madre sea un piano, que le arropa y le mece para tranquilizarlo. Apareció en nuestras vidas Novecento.
Un niño crece entre hollín y turbinas, se esconde en las entrañas del barco, viendo pasar las olas, aprendiendo de esas madres que son caballos veloces y de esos hombres que deben ser padres risueños para que no les encierren como niños. Del primer aliento de una madre se recibe todo, él aprendió la maestría de las teclas, para comunicarse con el mundo, para expresar su vida con la música.
Un hombre que cree tenerlo todo, dos pianos, una pasión, bailarines que se mueven al ritmo frenético del alma pausada de Novecento, que toca lo que sus movimientos inspiran en su interior. Con quién danzar mejor que con su vida, su piano, de un lado a otro de ese barco, su universo, que cruza el amplio e infinito océano dentro de los límites de su trayecto.
Todos admiran su talento, pocos conocen su bondad, más allá de la leyenda, pues otro hombre es que creció solo, en su propio mundo, sin meterse en el de los demás. Los reconocidos genios osan comparar su maestría, su gran amigo se atreve a aconsejarle que acepte la gloria, en tierra firme, donde nada se mece y todo pierde ese aroma a sal y majestuosidad.
Novecento es ese hombre que teme lo que no es capaz de conocer, que acepta que su vida por siempre estará ligada a su alma máter, esas notas discordantes que atraviesan los misterios de la humanidad.
La belleza llama a la belleza de usted, porque ese hombre que percibe la ilusión de unos viajeros, siempre de paso, buscando un firme pedazo del gran pastel llamado nuevo mundo, que sabe quién mantiene en sus pupilas el terreno que ansía pisar, puede amar la más bella melodía que surja de sus manos, puede guardar secretos eternamente que le muevan a dar un paso más allá de su tambaleante y brava existencia, puede querer ser uno más abrigado con la elegancia y la valentía.
Un niño crece entre hollín y turbinas, se esconde en las entrañas del barco, viendo pasar las olas, aprendiendo de esas madres que son caballos veloces y de esos hombres que deben ser padres risueños para que no les encierren como niños. Del primer aliento de una madre se recibe todo, él aprendió la maestría de las teclas, para comunicarse con el mundo, para expresar su vida con la música.
Un hombre que cree tenerlo todo, dos pianos, una pasión, bailarines que se mueven al ritmo frenético del alma pausada de Novecento, que toca lo que sus movimientos inspiran en su interior. Con quién danzar mejor que con su vida, su piano, de un lado a otro de ese barco, su universo, que cruza el amplio e infinito océano dentro de los límites de su trayecto.
Todos admiran su talento, pocos conocen su bondad, más allá de la leyenda, pues otro hombre es que creció solo, en su propio mundo, sin meterse en el de los demás. Los reconocidos genios osan comparar su maestría, su gran amigo se atreve a aconsejarle que acepte la gloria, en tierra firme, donde nada se mece y todo pierde ese aroma a sal y majestuosidad.
Novecento es ese hombre que teme lo que no es capaz de conocer, que acepta que su vida por siempre estará ligada a su alma máter, esas notas discordantes que atraviesan los misterios de la humanidad.
La belleza llama a la belleza de usted, porque ese hombre que percibe la ilusión de unos viajeros, siempre de paso, buscando un firme pedazo del gran pastel llamado nuevo mundo, que sabe quién mantiene en sus pupilas el terreno que ansía pisar, puede amar la más bella melodía que surja de sus manos, puede guardar secretos eternamente que le muevan a dar un paso más allá de su tambaleante y brava existencia, puede querer ser uno más abrigado con la elegancia y la valentía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero no todo es tan sencillo, arrojar el conocido universo por la borda ante la curiosidad de verlo desde otra perspectiva es un gigante paso de abrumadoras consecuencias, que no puede dar cualquiera, no desde un acotado mundo hacia una jauría desconocida.
Un señor se esconde en los rincones que quedan de su desolado paraíso, le han arrebatado de los brazos a su amada madre, quien le vio crecer, quien le enseñó a su modo a expresar sus sentimientos. Él quiso ser uno más pero no podía, desde esas interminables y oscuras aguas vio que su mundo era pequeño, lo podía controlar, mas qué le quedaba por sentir a parte de miedo por eso que no vio, dónde terminaban las calles, dónde encontraría el final del mundo que siempre deseó como otra cosa que hacer en la vida. Cómo dominar lo que no conoces, donde no te conocen, si ese mundo aparte siempre estuvo de paso.
Con una sonrisa se puede afirmar cual es el destino que ha dibujado para sí mismo, él siempre será un secreto, ahí fuera nadie reconocería su existencia, en boca de otros será poco más que una leyenda, ligada a un océano, a un aterciopelado y vivaz sonido, al movimiento sobre las corrientes, pues el final estará ligado al inicio, sin miedos ni sobresaltos, sólo dejando que ocurra, como siempre ha ocurrido.
Un pez será en otra vida, esperando por su aspecto diferente y especial a que le elijan para introducirlo en una pequeña pecera, donde conocer sus límites, y cuando de nuevo suene de cerca un piano, tal vez el sonido que provenga de las manos de ese músico cercano, que entre por la mañana a través de la ventana, brillará con luz propia, para siempre, en su escamada piel de genio olvidado.
Un señor se esconde en los rincones que quedan de su desolado paraíso, le han arrebatado de los brazos a su amada madre, quien le vio crecer, quien le enseñó a su modo a expresar sus sentimientos. Él quiso ser uno más pero no podía, desde esas interminables y oscuras aguas vio que su mundo era pequeño, lo podía controlar, mas qué le quedaba por sentir a parte de miedo por eso que no vio, dónde terminaban las calles, dónde encontraría el final del mundo que siempre deseó como otra cosa que hacer en la vida. Cómo dominar lo que no conoces, donde no te conocen, si ese mundo aparte siempre estuvo de paso.
Con una sonrisa se puede afirmar cual es el destino que ha dibujado para sí mismo, él siempre será un secreto, ahí fuera nadie reconocería su existencia, en boca de otros será poco más que una leyenda, ligada a un océano, a un aterciopelado y vivaz sonido, al movimiento sobre las corrientes, pues el final estará ligado al inicio, sin miedos ni sobresaltos, sólo dejando que ocurra, como siempre ha ocurrido.
Un pez será en otra vida, esperando por su aspecto diferente y especial a que le elijan para introducirlo en una pequeña pecera, donde conocer sus límites, y cuando de nuevo suene de cerca un piano, tal vez el sonido que provenga de las manos de ese músico cercano, que entre por la mañana a través de la ventana, brillará con luz propia, para siempre, en su escamada piel de genio olvidado.