En esta ocasión, los Coen, tiran de la página de sucesos, y se inspiran en un hecho real, ocurrido en su estado natal, para contar la historia de Jerry (William H. Macy), un triste y anodino vendedor de coches, quien simula el secuestro de su mujer para conseguir el dinero sufienciente y salir de allí. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, las cosas no saldrán como estaban previstas. No se trata de un film políciaco al uso, en el que tenemos una investigación que va tirando del hilo, mientras se establecen los típicos mecanismos para generar intriga. Aunque para los Coen lo que más les interesa es el retrato de tan variopinta galeria de personajes dibujada como telón de fondo de un desolador pasaje helado que acaba siendo un personaje más del film.

De alguna forma, los Coen parecen querer decirnos que su Minesota natal genera tipos como los dos chapuceros secuestradores (interpretados por Peter Stormare y Steve Buscemi respectivamente) empeñados en estropear todo lo que tocan, como Jerry es capaz de cualquier cosa con tal de salir de allí, y prácticamente casi cualquier personaje que pulula por el film. Casi todos ellos tienen asociadas connotaciones negativas, aunque en este sentido, los Coen se miran los hechos con la misma distancia con que la mayoría nos miramos las noticias de sucesos en el períodico. Sólo un personaje descuadra entre todos ellos, y es el personaje de Marge (Frances McDormand ofreciéndonos una composición genial), una policia de pueblo cuya apariencia simple y su avanzado estado de gestación nos puede llevar a engaño, ya que bajo toda esa apariencia se esconde una persona con una aguda percepción, y además es prácticamente el único personaje positivo del film.

Los realizadores vuelcan sobre esta historia todo su humor negro, lo que refuerza considerablemente esa mirada crítica, y no exenta de mala leche, hacia sus paisanos del Medio Oeste. Los directores consiguen distanciarse de la historia y sus personajes pero no por ello el retrato de los mismos es en modo alguno superficial. En pocas películas como en esta han conseguido los Coen profundizar en el alma humana, y teniendo en cuenta lo que ha salido a la superficie, su visión no es en modo alguno positiva. Más bien todo lo contrario.

En un ambiente gélido, ambos hermanos consiguen realizar un retrato agudo y crítico de un grupo de personas que se sienten atrapadas en una vida aburrida y anodina, y que al intentar salir de ellas, acaban provocando todos los acontecimientos del film. Pese a moverse en un ambiente totalmente diferente, los realizadores consiguen sacarle todo el partido al mismo, con unos paisajes en el que sólo vemos el blanco de la nieve, que en este caso no es una metáfora de pureza, sino más bien todo lo contrario. El resultado es un excelente film, extraño y perturbador como pocos y uno de los más interesantes de la filmografía de los Coen.