El realizador Ruben Fleisher nos propone un nuevo viaje por los típicos paisajes del cine negro. Ambientado en Los Angeles de la postguerra, el film narra la obsesión por parte del sargento O'Mara (Josh Brolin) de detener al gangster Mickey Cohen (Sean Penn), para lo cual no le importará reunir un grupo de detectives que para detenerlo no escatimarán medios ni leyes que saltarse.

Temáticamente, el film se encuentra a medio camino de "Los intocables" y "L.A. Confidential", en el que se narra la obsesiva captura de un criminal megalómano que tiene en nómina a las principales autoridades locales, lo que le permite exhibirse sin ningún problema por la ciudad. Estilísticamente ya es otra cosa bien diferente a las referencias citas (de hecho hay un cierto aire a lo "Dick Tracy"). Hay una clara voluntad por parte del realizador de acercarse a cierta estética "cartoon", buscando la misma apariencia de las ilustraciones ciertos "fanzines" de los años 40 que mostraban al protagonista de turno como un detective brutal que no dudaba en utilizar los mismos métodos que aquéllos criminales a los que perseguía (sus historias se suelen denominar "hardboiled"). Y este aire cómic no es sólo por la caracterización de varias capas de maquillaje entre las que adivinamos los gestos de Sean Penn, prácticamente todo el reparto trata de representar algún icono de las revistas de la época. Otra caracterización muy evidente es la de O'Mara, como lo es también el de Emma Stone con su "femme fatale" Grace Faraday, o el de Ryan Gosling en su excelente composición del cínico compañero de O'Mara, Jerry Waters. Más caricaturizados resulta el resto del equipo en el que hay un mexicano (Michael Peña), un negro (Anthony Mackie), un experto en escuchas (Giovanni Ribisi) y un tipo que parece salido de alguna película del Oeste (Jason Patrick).

Fleisher consigue dotar al film de un gran dinamismo y cierta coherencia en la que la caza al criminal es una caza real. No hay ningún proceso de investigación ni de búsqueda de pistas para llevar a Cohen a la justicia, lo que hay es un enfrentamiento directo, puesto que Cohen ya ha sido juzgado y condenado por el propio O'Mara y por un juez (interpretado por Nick Nolte) que no duda en saltarse la ley para conseguir acabar con el gangster al más puro estilo del "ojo por ojo" bíblico. En esta vorágine de violencia "in crescendo", Fleisher trata de soltar algunas pinceladas con la relación familiar de O'Mara, o con el "affaire" entre Jerry y Grace a espaldas de Cohen que buscan humanizar un poco a los "buenos", frente a un malo, malísimo a quien no descubrimos ni un ápice de humanidad.

En el fondo tras los fuegos artificiales de la acción, subyace cierta ironía autoparódica. Pese a la ligereza que inunda el relato y el hecho que no nos cuenta nada que no hayamos visto ya, la excesiva caricaturización de los personajes, el histrionismo de Penn, el aferramiento a clichés perfectamente reconocibles (el detective incorruptible, el otro detective que flirtea con el lado oscuro pero acaba en el "lugar correcto") y sobre todo el curioso grupito multiracial más el añadido del pistolero, hace que no nos acabemos de tomar en serio el film, y lo mejor de todo es que la impresión es que es totalmente voluntario.

Posiblemente sea un producto olvidable, engullido por producciones mucho más mediáticas, pero sólo por rememorar los tiempos de los Sam Spade o los Phillip Marlowe, ya merece la pena echarle un vistazo.