De la mano de la realizadora de “27 vestidos”, Anne Fletcher, la Bullock vuelve a sus papales de siempre, tras varios intentos (fracasados) en los que ha buscado cambios en el tipo de papel al que nos tenía acostumbrados. En esta ocasión, y asumiendo que ya tiene una edad para interpretar a jovencitas, ahora nos ofrece el registro de una mujer madura que gobierna con mano de hierro una editorial, pero que debido a problemas con el visado (es canadiense), debe escoger entre encontrar un marido inmediatamente para continuar su carrera profesional o volverse a su país. La víctima de turno será su secretario (interpretado por Ryan Reynolds), sobre el que ejerce sus cargo de superior para “convencerle”.

Teniendo en cuenta que el punto de arranque es la restrictiva política inmigratoria de los Estados Unidos (que es tan igualitaria que no distingue a los inmigrantes pobres de los ricos, algo, por otra parte difícil de creer), parece que el film nos proporciona algún aliciente diferente, e incluso la posible promesa de tratar un tema controvertido, sobre el que el cine apenas ha pasado de largo ignorando la verdadera situación en que se encuentran milliones de personas de diferentes procedencias que viven en los Estados Unidos de forma ilegal y además precaria.

Pero claro, no estamos hablando de una “espalda mojada”, ni de otros colectivos hispanos, asiáticos o europeos. Y en ningún momento se cuestiona dicha política inmigratoria, por más que el encargado de verificar si la pareja miente está retratado con ciertas connotaciones negativas. Además, el hecho de encontrar el nombre de la Bullock en las labores de productora ejecutiva ya nos da una idea sobre el tipo de película que vamos a ver.

Y tras su visionado, la (nulas) expectativas se ven confirmadas, lamentablemente. Es cierto que a la directora le gusta tratar temas que no son “políticamente correctos”, como el tema de las bodas y las damas de honor de su anterior film. Pero no lo es menos que nunca se sale de los convencionalismos establecidos, con tanta eficiencia como impersonalidad en sus productos.

Fletcher cumple con el trabajo para el que se le contrató, siguiendo en todo momento las peripecias de la Bullock intentando convencer tanto al agente de inmigración, como a la familia de su subalterno que su amor es sincero, con un recorrido lleno de situaciones conocidas, y echando mano a todos los tópicos del género en el que el punto de partida suelen ser dos personas diferentes que acaban coincidiendo. Además, el guión no deja espacio apenas al resto del reparto, de forma que nadie pueda ensombrecer la figura de la Bullock. Y es que está claro que el film es como un traje hecho a la medida de su estrella principal que además ha financiado ella misma. Tampoco los intérpretes escogidos para la ocasión tienen la suficiente entidad como para conseguirlo. Ni Ryan Reynolds es capaz de un registro decente.