De nuevo vuelve Tarantito a esa violencia gratuita (¿?) a la que nos ha (mal)acostumbrado. Y vuelve de la mano de su diosa, tremendamente endiosa en esta película, que da vida a una de las más grandes heroínas que nos ha dejado el septimo arte. Esta película incompleta no es sino un entrante de la gran comilona que nos preparada el chef-Tarantito en la segunda entrega, pero un entrante de esos que abren boca, con un final (algo culubrón, todo hay que decirlo) que nos deja a medias, como su película, incompletos, esperando lo (in)esperado. Violencia, sí, pero con arte, con esa estética tarantiniana que se queda, también a medias, sin una música que termina de dar forma a esta imagen suya tan visualmente pop. Una de las películas más sobresalientes de su director, con un guión como corresponde a su trayectoria, y con unos diálogos (pocos), dignos de mención. En resumen, esta película es una cuento de samurais y de mucha violencia, que incierra el gérmen de lo que será (en la segunda entrega) una maravillosa fábula sobre el concepto de venganza y una rara historia de amor (acaso hay alguna que no lo sea?).