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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
23 de marzo de 2019
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar podrá gustar o no, pero siempre ha sido un creador sincero. Todas sus películas son sinceridad pura. El manchego se abre en canal siempre para mostrar sus preocupaciones, sus obsesiones, sus miedos, tanto en sus obras más intimistas como en las más posmodernas y excesivas. Dicho de otra manera, posee una personalidad creativa y un mundo propio, almodovariano al 100%, que siempre aparece, aunque quizá nunca con tanta claridad como en esta nueva obra.
Dolor y gloria es la autobiografía de Almodóvar que tenía que acabar llegando. Explora muchos de los temas más personales del autor, ya apuntados en muchas de sus otras, como Volver: el río, la madre, la mudanza a la ciudad, el descubrimiento de la sensualidad y el amor, y por supuesto, el cine. La diferencia es que la exploración viene de la mano de la serenidad, la madurez, la edad y la reflexión sobre todo lo vivido, y eso se nota. Esto no podría haberlo escrito el Almodóvar alocado de Kika, por ejemplo, o La ley del deseo. Es el Almodóvar de ahora el que puede mirar atrás y escribir diálogos tan bellos y personajes tan vivos y auténticos como los que nos regala en esta película, con la que alcanza cotas de exquisitez y belleza inéditas en su cine hasta la fecha.
¿Dónde está el problema? Pues en que no hay una verdadera historia detrás de estos personajes y anécdotas. Sí de acuerdo, es la historia sobre la salida de los infiernos de Salvador y su vuelta a ser él mismo tras demasiada anestesia vital y oscuridad emocional, pero cualquiera que quiera que le cuenten una historia con estos personajes va a salir algo decepcionado. O dicho de otra manera, nada de lo que ocurre en Dolor y gloria tiene después un eco. Ni siquiera personajes como los de Alberto y Federico, que protagonizan momentos tan intensos, divertidos o profundamente emotivos, terminan de tener realmente un porqué, y prueba de ello es ver cómo desaparecen para no volver a prodigarse por la pantalla. Tampoco los problemas médicos de Mallo importan demasiado. Y es una pena, porque toda esa sensibilidad y belleza de la que hablábamos antes quedan como una emoción vacía, hasta cierto punto, sin un motivo real, sin una historia para estos personajes tan bien escritos. Pero oigan, a lo mejor era justo lo que buscaba Almodóvar. El arte por el arte, que diría Oscar Wilde.
Sobre lo que sí ha de haber unanimidad es sobre la maestría de sus intérpretes. Incontables son las presencias breves pero importantes de habituales en el cine del manchego (Penélope Cruz, Julieta Serrano, Cecilia Roth...), y los nuevos se dejan caer el el universo del realizador como si llevaran toda la vida siendo dirigidos por él. Asier Etxeandia es un animal, en el escenario y por suerte ya también en cámara, y aquí vuelve a hacer un trabajo soberbio. Nora Navas está como es habitual en ella, fabulosa, aunque no deja de haber cierta sensación de que su personaje también hubiera podido hacerlo Blanca Portillo, por ejemplo (o será la similitud del rol con la Judith a quien daba vida Portillo en Los abrazos rotos). Leonardo Sbaraglia tiene a su cargo el personaje quizá más entrañable y con la escena más emotiva y maravillosa de la película, que el argentino resuelve maravillosamente con encanto y esa mirada y sonrisa tan poderosas que tiene. Pero sin duda la película es Antonio Banderas. Se ha dicho que este es el mejor trabajo del malagueño, y así es. El protagonista de La máscara del Zorro ha sido siempre un actor infravalorado (en parte por sus propias decisiones a la hora de aceptar proyectos poco inspirados, todo sea dicho), y aquí, en manos de su director fetiche, tiene la oportunidad de dar vida a un personaje escrito con enorme mimo y cariño por Almodóvar, y el resultado es magnífico. En ningún momento vemos a Banderas, ese conocido galán que a todos cae bien. Tampoco vemos a Almodóvar, aunque físicamente se parezcan gracias a la caracterización. Sólo vemos a Salvador Mallo, con su delgadez, su gesto contenido, su espalda encogida, sus pocas palabras, sus miradas que hablan más que su boca. Es sencillamente una creación magistral de Banderas.
En definitiva, la película más personal de su autor, quizá la más madura y meditada, la menos excesiva de su autor, y un ejercicio admirable de honestidad de un cineasta único de nuestra filmografía, o del cine en general. Si tan sólo llevara a alguna parte y contara una auténtica historia...

Lo mejor: Antonio Banderas, magistral, la sinceridad absoluta de Almodóvar y su exquisita belleza y sensibilidad.
Lo peor: No queda sensación de que todo lo que se cuenta forme parte de un todo, una auténtica historia.
Sibila de Delfos
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