¿Se puede hacer comedia y lanzar un mensaje positivo en una película sobre una enfermedad peligrosísima? Se puede.
Basándose en sus propias experiencias, Will Reiser escribe un guion maravilloso, lleno de humor y de vitalidad, que no carga las tintas con el tema de la enfermedad de Adam, sino que pone el foco en cómo se esfuerza por hacer una vida relativamente normal y seguir manteniendo sus relaciones afectivas sin que se vean afectadas por la terrible noticia . El resultado es fantástico, y Reiser y el realizador Jonathan Levine consiguen una película que no sólo es un entretenimiento de primer nivel, sino que además resulta agradecidamente divertida y también emotiva sin recurrir en ningún momento al sentimentalismo facilón del que abusan sin pudor las ciento y un mil películas sobre adolescentes enfermos que pueblan las pantallas.
Sin duda, ayuda también la simpatía natural de Anna Kendrick, una de esas actrices que tienen un don para meterse al público en el bolsillo hagan lo que hagan, la increíble versatilidad de Bryce Dallas Howard y, por supuesto, un excepcional Joseph Gordon-Levitt, que está simplemente extraordinario como Adam, con una mirada alegre, unas ganas de vivir y una energía contagiosas. No se puede decir lo mismo, por desgracia, de un Seth Rogen que aburre siempre en el mismo registro, y que además termina por resultar algo insufrible en su eterno personaje de amigo gordito supuestamente gracioso, fiestero, porrero y alocado, pero siempre tierno y amable. Si no fuera por su personaje, Kyle, la película podría incluso llegar al sobresaliente.
En definitiva, una gran historia sobre cómo afrontar las malas noticias y sacar fuerzas para que todo siga igual... o incluso mejore.

Lo mejor: Su carácter, su mensaje, su humor, el guion y el excelente trabajo de Joseph Gordon-Levitt.
Lo peor: Seth Rogen ya aburre en el mismo personaje siempre (y esta vez además está basado en él mismo, ya el acabose)