Aviso: X. Men: Días del futuro pasado no es una película fácil. No se parece demasiado a ninguna de las otras películas de la saga, y tampoco a las de Lobezno en solitario. Posiblemente es mejor que todas ellas. Y posiblemente es la que más va a gustar y también la que más va a desconcertar a muchos seguidores porque realmente es una rara avis dentro del universo X-Men.
Que nadie se llame a engaño. Esta nueva incursión de Bryan Singer (de nuevo dirigiendo con una elegancia, una espectacularidad controlada y una sobriedad maravillosas) en el universo mutante es una película 100% comercial. Es entretenida, se pasa en un suspiro, tiene unos efectos especiales espectaculares (atención al clímax final partido entre Washington y China, con el despliegue de poderes mutantes y ese estadio volante, amén de por supuesto los Centinelas), un reparto lleno de caras conocidas y estelares y es un caramelo para los fans, especialmente para aquellos que no quedaron muy complacidos (comprensible) con el patinazo de X-Men: La decisión final. Se corrigen muchos de los errores de la película de Brett Ratner, vuelven muchos y añorados actores de la primera trilogía y hay una unión perfecta entre la saga de siempre, la que empezó ya hace catorce años, y la nueva iniciada hace tres años. Tiene momentos cómicos de lo más logrado, casi todos ellos a cargo de Logan y especialmente de Mercurio, la gran sensación de la película, que tendría que haber tenido más minutos en pantalla. Hasta ahí todo correcto.
Pero esta película es mucho más, va mucho más allá, de ahí que seguramente haya que verla con otros ojos. Igual que ocurría con los Batman de Christopher Nolan, no es una película de superhéroes sin más (¿son los X-Men héroes o simplemente gente diferente que no es aceptada por la sociedad y se ve obligada a luchar? ahí queda la pregunta). Días del futuro pasado es una película política, un drama que cuenta una historia de intolerancia y hermanamiento y que en ningún momento cede a la espectacularidad apabullante. Hay espectáculo, sí, pero siempre al servicio de la historia y los personajes yno al revés. En parte es debido a la personalidad como director de Bryan Singer, siempre sobrio y no muy dado a los excesos visuales, y en parte a un guión realmente profundo, complejo e inteligente que se toma su tiempo para ir desgranando la historia y componiendo el puzzle temporal y narrativo hasta culminar con una última media hora que sí es auténtica pirotecnia y tensión. Es una película, por tanto, que hay que disfrutar sin prisa, con paciencia, analizando cada detalle y sabiendo que hay que darle tiempo a la historia para que vaya encontrando su tono entre tanta paradoja y salto temporal. Si se hace así, el visionado resulta ser un disfrute máximo para espectadores que le piden más al cine de superhéroes o de aventuras y saben que una buena historia no está reñida con los fuegos artificiales.
Realmente memorable. Una película que crece según va pasando el tiempo y que deja con ganas, muchas ganas, de ver otro poco más. Y será el Apocalipsis. Mutantes, humanos, personas, estáis avisados.

Lo mejor: Su pulso narrativo, su pausa, el tiempo que se toma para presentarlo todo, su apoteósico tercio final, su potencia dramática, su narración, sus actores (especialmente James McAvoy, extraordinario, un sibilino Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, aunque a ratos parece ir un poco a medio gas, y Hugh Jackamn, que no había estado tan bien en la piel de Lobezno desde X Men 2), la dirección de Bryan Singer y el final. Vaya final. Con escena post-créditos incluida.
Lo peor: Puede exigir demasiada paciencia para algunos acostumbrados a ritmos más trepidantes y tramas menos cerebrales, y a algunos momentos como el primer atentado contra Bolivar Trask (carismático Peter Dinklage) les falta épica.