Un amigo extraordinario es una película preciosa. Perfecta para ver en familia, desde luego.
Marielle Heller, que ya llamó la atención recientemente con la notable ¿Podrás perdonarme algún día?, acierta de nuevo con este sensible y emotivo drama, deudor absoluto del estilo de ¡Qué bello es vivir!, por ejemplo, o incluso de Big, que lanzó a la fama a Tom Hanks. No hay que pedirle peras al olmo: la película ataca la fibra sensible sin miramientos y sin disimulo, y lejos de avergonzarse hace de ello su bandera y su mejor virtud, porque la identificación del espectador con Lloyd y Fred es inmediata y, como decimos, las escenas desprenden una emotividad más que notable.
Por supuesto, buena parte del mérito reside también en la excepcional interpretación de sus dos protagonistas. Matthew Rhys jamás ha estado mejor que aquí, no sólo aguantando el tipo frente a dos monstruos como Chris Cooper y el mencionado Hanks, sino también bordando los demonios del personaje y sus muchos campos de batalla emocionales (hijo enfrentado a su padre, hijo doliente de una madre ya fallecida, padre primerizo lleno de dudas, marido en zozobra emocional, etc). Y qué se puede decir a estas alturas del oscarizado intérprete de Philadelphia y Forrest Gump, salvo que es único para dar vida a este tipo de personajes entrañables y llenos de alma y corazón. Por supuesto, su valía no se limita a este tipo de dramas, ya que ha demostrado su versatilidad en infinidad de géneros y estilos, pero es cierto que este es el Hanks que enamoró a América y al mundo en los 80 y 90, el que no tiene que esforzarse nada para ser nuestro adorable vecino y amigo.
Quizás no sea una obra maestra, pero no le veo ningún defecto, especialmente si se entiende y acepta el tono desde el principio.

Lo mejor: Tom Hanks y Matthew Rhys, fabulosos ambos, su sencillez y su emotividad.
Lo peor: Algunos dirán sentimentalismo en vez de emotividad, y puede que no vayan desencaminados.