No lo sabíamos entonces, pero llevábamos ya 6 años disfrutando de la mejor compañía de cine animado de la Historia. Sin el patronazgo de Disney, es posible que Pixar jamás hubiese sacado a la luz sus obras maestras, pero lo que es innegable es que la empresa del tío Walt cobró nueva vida artística gracias a gente como John Lasseter, Brad Bird, Andrew Stanton o este Pete Docter, que aquí dirigió una película acerca de los monstruos que salen de los armarios de los niños. Pero, como siempre ocurre en als películas de la casa, no todo es tan fácil. Lo que diferencia a las pelícuals de Pixar de las de Dreamworks o Fox es que desarrollan perfectamente un guión. Shrek, Ice Age, Madagascar y compañía son sólo una única idea, más o menos graciosa, adornada después de un puñado de chistes en los que el desarrollo de esa idea importa más bien poco. Aquí, Pixar no sólo se permite el lujazo de entroncar con las películas más entrañables de la factoría disney, sino que encima se autoreferencia ya en el espectacular climax final lleno de puertas de armarios, que no me digan que no recuerda al final de Toy Story 2 en las cintas para maletas del aeropuerto. Y todo éso con un sentido del humor para todos los públicos, unos personajes fascinantes y un dominio de la técnica ya apabullante. Como siempre, un 10. Y sí, no he podido evitar caer en la tentación de titular este comentario con el tan trillado titular que se adoptó en su momento para hablar de la película.

Lo mejor: Todo
Lo peor: Nada