He tenido una sensación extraña con Nightmare Alley, porque parece una obra maestra y puro ruido al mismo tiempo.

Quizá lo más curioso de todo lo que me ha molestado es que se nota demasiado el oficio: el exquisito trabajo de fotografía, tan exquisito que resulta falso; las ganas de hacer de cada escena algo memorable, de las que solo recuerdo la sensación y no el contenido; o la intención esconder subtexto en cada línea de diálogo convirtiéndolo todo en un alambicado galimatías. O quizá es que no he podido disfrutar de ninguno de estos regalos cinematográficos porque se han olvidado de algo muy básico: presentarme al protagonista.

Pero tampoco puedo decir que esto me parezca un error, ya que alabo la intención de crear personajes más nebulosos lejos del típico personaje que tiene una herida, un objetivo y un camino complicado para lograrlo… posiblemente con una catarsis final en la que descubre que aquello que ansía, no es lo que necesita. Pero “Nightmare alley” toma otro camino, uno más veraz, y sea por lo que sea, no me he sentido cómodo con una fórmula que hubiera defendido a muerte sobre el papel.

O quizá es esa necesidad de epatar, de hacerlo todo muy grande, muy sentido y muy efectista, lo que hizo que me entraran ganas pararla y ponerme otras formas de abordar la temática menos artificiosas como “Magic in the moonlight” de Woody Allen. La cual, ni siquiera me gustó demasiado en su momento.

Así que no puedo argumentar que sea una mala película, ni que no se merezca el Oscar, lo único que puedo decir es que no la disfrute tanto como me dio la impresión que debería haberla disfrutado.