Una hora más en Canarias es una simpática comedia que no tiene ninguna pretensión más que la de entretener, recuperando el más puro enredo y combinándolo con algún momento musical que encaja con más o menos fortuna. No esquiva tópicos ni situaciones manidas, pero lo hace con soltura, con frescura, siempre aspirando a arrancar una sonrisa al espectador menos desprejuiciado.
Contiene un reparto atractivo esta película. Quim Gutiérrez como objeto del deseo de las chicas; cumple, como siempre, y sabe mantenerse en su sitio sin tratar de eclipsar a las auténticas protagonistas: las chicas. Angie Cepeda encarna a una ex que hará lo que sea para volver a conseguirlo; su papel de pérfida y manipuladora, e increíblemente sexy, le va muy bien. Al igual que Juana Acosta, mejor actriz, que poco a poco va creciendo en protagonismo dentro de la historia y se convierte en clave de la trama. Y para arrancarnos la carcajada está Miren Ibarguren, muy dotada para la comedia, en el papel de la nueva novia de Quim, una chica de apariencia angelical y cursi que encierra a una psicópata de armas tomar. Sus tres o cuatro apariciones son verdaderamente lo mejor de la película, auténticamente tronchantes.
Los secundarios, como Isabel Ordaz, Kiti Manver o Eduardo Blanco, también tienen sus momentos y se roban alguna escena.
Siendo como soy una persona que odia profundamente el musical (me parece un género verdaderamente estúpido), he de decir que no me desagradaron mucho los números musicales de la película. Quizá porque son breves y no muy frecuentes, por lo que no empachan ni frenan el desarrollo de la historia.
Una hora más en Canarias me sorprendió porque no esperaba que su tono fuera tan divertido. Su objetivo es el de divertir, como lo hacían las comedias de enredo o las "screwballs" americanas (enredos, diálogos ingeniosos, personajes tipo). Un tipo de cine casi perdido que David Serrano recupera con gracia, pese a las limitaciones del género.