La segunda película de Emerald Fennell (responsable de esa obra maestra que es Una Joven Prometedora) se ha hecho de rogar en su llegada a Prime Video, y sin pasar por los cines españoles siquiera (vergonzoso), pero llega justo a tiempo para ponerse al día con ella en vacaciones. Aunque no es precisamente una película para ver en familia esta Navidad…
La actriz y directora británica ha dado rienda suelta al lado más oscuro de la psique humana en una película tan fascinante como perturbadora. Magistralmente y construida, es imposible apartar la mirada del desenfreno sensual y tenebroso que es Saltburn. Y pese a escenas como la de la bañera que tanto revuelo ha causado antes incluso de su estreno, lo más terrorífico es lo semejante que es en realidad nuestra mente a como la retrata Fennell de manera tan retorcida; desde las obsesiones hasta el vicio llevados a un extremo macabro en un thriller que te atrapa pese a que sus giros no sean tampoco del otro mundo.
En una atmósfera inquietante se mueven unos personajes únicos en sí mismo y como grupo: desde los secundarios como unos Rosamund Pike, Richard E. Grant y Carey Mulligan excelentes hasta los protagonistas. La película se esfuerza porque el Felix de Jacob Elordi nos seduzca, pero es el Oliver de Barry Keoghan el que se come la pantalla. Este “ciervo sagrado” está avasallador; con cada gesto, cada mirada y ese acento irlandés se entrega a un personaje tan inclasificable como Oliver, que además encapsula a la perfección lo que Saltburn es y representa: un relato obsesivo y deliciosamente degenerado.