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España España · MADRID
Voto de Ameiric:
9
Drama Se inspira en la novela "La escafandra y la mariposa" escrita por Jean Dominique Bauby a causa de un accidente (1995) que lo introdujo en el mundo del "Locked in Syndrom" (encerrado en sí mismo). Totalmente paralizado, sin poder comer, hablar, ni respirar sin asistencia, el antiguo redactor jefe de la revista "Elle" dicta letra por letra, moviendo sólo el párpado izquierdo, una especie de viaje inmóvil. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerar que esta obra contiene una afirmación clara de la dignidad de toda vida humana no supone la admisión sensiblera de una compasión que, horrorizada ante la crudeza de casos clínicos extremos, no halla otra vía de escape que la impotencia de quien nada puede hacer por sacar a un enfermo vegetal de su postración (de ahí la abyección de la eutanasia activa, que es impotencia que deviene en mal, hecho ya acción concreta). Dicho de otro modo: se trata de un descarte en pro de la vida no por el escándalo ante la crueldad de la enfermedad ("¿cómo es posible que Dios permita esto?"), sino por la aceptación de que el enfermo es la misma persona que era antes de la tragedia -si bien tal tragedia viene a reestructurar totalmente toda su existencia-. Y esto por dos motivos: la película narra una historia real, con toda la carga significativa de esta expresión, y más allá de la aplicación del arte del creador al adaptar dicha historia a un guión escrito y su posterior traslado a la pantalla. El segundo motivo es que la porción de vida de Bauby vista en la película suscita, porque es real, el deseo de poder afrontar la enfermedad no sólo igual, sino aún mejor, con más ganas de aprovechar la vida en todo momento, que cada minuto nos es regalado ("¿Quién de vosotros, por más que se esfuerce, puede añadir un solo minuto a la medida de su vida?", dice Cristo en el Evangelio).
No se trata, por tanto, de sentarse a ver una pantomima. El film no es una edulcorada paráfrasis visual, ya que no intenta captar toda la rudeza del durísimo síndrome del cautiverio: sencillamente no puede. La realidad tuvo que ser aún peor. Por eso y no por otra cosa los intentos del director y de la fotografía por aprehender el sufrimiento de Bauby son honestos. La perfección de los planos, las secuencias y los efectos está precisamente en mostrar el límite donde el arte roza la realidad, pero no al revés, cuando el arte es, en sí mismo, acabado. Si hablásemos en términos de mito - y ahora desbordamos la mera recensión de la película que nos ocupa, pero en términos que ella misma suscita -, si hablásemos de mito, repito, estaríamos en condiciones de afirmar que lo mejor de toda epopeya es que, además, sea verdad.
Ameiric
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