Si Shrek 2 vino a corregir el viejo dicho "segundas partes nunca fueron buenas", consiguiendo una película brillante y a la altura de la original, Shrek 3 muestra un cierto agotamiento de ideas, si bien en lo técnico alcanza una perfección inimaginable. Sin entrar a analizar el argumento, ocurre que Arturo, el nuevo personaje introducido en esta parte, no funciona como el resto de personajes de la saga. Es un joven adolescente marginado que por azar va a convertirse en rey, que resulta prototípico, plano y aburrido, demasiado serio hasta parecer un elemento extraño en este mundo de cuentos infantiles y personajes disparatados que es la saga de Shrek. Despojado de gracia y fuerza el principal motor de la acción, queda una película coja, que únicamente salva la aparición del Príncipe Encantador, liderando a un grupo de malos de cuentos que deciden dar un golpe de Estado en Muy Muy Lejano. Más allá de esto, quedan algunos buenos gags y una buena banda sonora, que hacen que se salga del cine con un sabor agridulce, ya que la sensación final es que se podía haber hecho algo mucho mejor con los mismos elementos.