Media votos
6,1
Votos
2.965
Críticas
11
Listas
13
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Antonio:
8
7,4
7.837
Drama
Léo y Rémi, de 13 años, son amigos de toda la vida. Hasta que un suceso impensable los separa. Léo se acerca entonces a Sophie, la madre de Rémi, para tratar de entender. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2022
180 de 206 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay decenas de buenas películas de amor y sobre amor. Cientos. Sobre amistad, muchas menos. Basta con hacer clic en la etiqueta de “Amistad” de FA para ver que la mayoría de producciones en esa categoría no son películas sobre amigos, sino protagonizadas por amigos, lo que a mi juicio, no es lo mismo. “Sin novedad en el frente” es una película bélica y “Cadena perpetua” un drama carcelario. La amistad es un perfecto telón de fondo para ambas, pero no en sí el hilo conductor de la historia.
Hay excepciones, claro. Ahí tenemos “Cuenta conmigo”, que es excelente, como también lo es “Thelma y Louis”. Seguro que a ti te vienen otros ejemplos a la mente… pero no muchos, y desde luego, muy pocos como la producción a la que está dedicada esta crítica.
Léo y Rémi son mejores amigos. Los mejores amigos.
En los 20 primeros minutos de metraje, se dedican a hacer lo que cualquier chico de 12 o 13 años debería hacer en verano, que es básicamente a pasar tiempo juntos y no dar palo al agua. Por lo que vemos en pantalla, es obvio cuánto se quieren, pero no hay nada en esos primeros minutos, y repito, nada, que nos lleve a pensar que están enamorados. No creo que eso es lo que fuese a pasarles en el futuro y si les pasase no sería nada malo, por supuesto, pero en ese caso, estaríamos hablando de una película muy distinta.
Un buen día, toca volver a clase.
Y ese día, todo cambia.
Hay excepciones, claro. Ahí tenemos “Cuenta conmigo”, que es excelente, como también lo es “Thelma y Louis”. Seguro que a ti te vienen otros ejemplos a la mente… pero no muchos, y desde luego, muy pocos como la producción a la que está dedicada esta crítica.
Léo y Rémi son mejores amigos. Los mejores amigos.
En los 20 primeros minutos de metraje, se dedican a hacer lo que cualquier chico de 12 o 13 años debería hacer en verano, que es básicamente a pasar tiempo juntos y no dar palo al agua. Por lo que vemos en pantalla, es obvio cuánto se quieren, pero no hay nada en esos primeros minutos, y repito, nada, que nos lleve a pensar que están enamorados. No creo que eso es lo que fuese a pasarles en el futuro y si les pasase no sería nada malo, por supuesto, pero en ese caso, estaríamos hablando de una película muy distinta.
Un buen día, toca volver a clase.
Y ese día, todo cambia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
«Vosotros dos estáis juntos, ¿no?»
La pregunta les pesca por sorpresa, a uno y a otro. La explicación de «sólo somos amigos» no parece convencer a nadie.
Léo vuelve a casa angustiado. Tumbado en la cama, no es difícil adivinar lo que piensa:
«¿Pero por qué piensan que somos maricones?» Y sí, muy probablemente esa es la palabra que utiliza en su cabeza.
Otro día, otro comentario y Léo decide poner tierra de por medio entre ambos.
Sin prisa, pero sin pausa, comienza a relacionarse con otra gente, se apunta a un deporte de equipo y hasta cambia su forma de hablar. Cada vez está menos tiempo con Rémi, quien pasa de preguntarse «¿a éste qué cojones le pasa?» a «¿a éste qué cojones le he hecho?». Cualquier intento por acercarse a su mejor amigo fracasa y como consecuencia, acaban peleándose.
Un día, Rémi no aparece en una excursión, todo se precipita y así, llegamos a la mitad de la película.
Esta segunda parte, creo, toca temas más trillados. La pérdida y la culpa son sentimientos que hemos visto más a menudo en el cine. A mí, por ejemplo, ciertos momentos me recordaron a «La habitación del hijo», de Nani Moretti. Para Léo, hay días buenos y malos: en unos, ríe con ganas y disfruta de la vida; en otros, la tristeza se hace casi insoportable.
No hay redención, pero sí una confesión y cuando la historia llega a su fin, el campo de flores sigue siendo el mismo que vimos al principio, pero no el joven que aparece de pie en él.
Siendo sinceros, nadie se suicida porque su mejor amigo deje de hablarle. Habrá casos extremos, no digo que no, pero desde luego, no es ni mucho menos lo habitual. Por eso, tal vez me habría gustado una segunda mitad diferente, una más real, donde Rémi siguiera vivo y el director explorase, con el mismo todo pausado, la posibilidad (o no) de una reconciliación.
A pesar de eso, me han gustado muchas cosas: que la acción se sitúe en un instituto europeo (donde no hay descapotables y animadoras, sino bicicletas y chicos jugando al fútbol en chándal) ayuda a empatizar; la manera en que se retrata al hermano mayor, alejada del clásico papel de joven tirano, redondea este cuento; y sobre todo, y volviendo al principio de esta crítica, la temática.
Hay muy pocas películas que traten sobre la amistad masculina y sobre todo, sobre esa amistad vista desde el afecto y la necesidad de pasar tiempo juntos.
Todos somos muy fuertes, pero probablemente, también hemos vivido momentos en que hemos necesitado de las palabras de consejo de un padre y del calor reconfortante de una chica tanto como del abrazo de un amigo.
Aunque, tal vez, nos hayamos sentido culpables por necesitar esto último.
Y por eso es necesario que se hagan más películas como ésta.
La pregunta les pesca por sorpresa, a uno y a otro. La explicación de «sólo somos amigos» no parece convencer a nadie.
Léo vuelve a casa angustiado. Tumbado en la cama, no es difícil adivinar lo que piensa:
«¿Pero por qué piensan que somos maricones?» Y sí, muy probablemente esa es la palabra que utiliza en su cabeza.
Otro día, otro comentario y Léo decide poner tierra de por medio entre ambos.
Sin prisa, pero sin pausa, comienza a relacionarse con otra gente, se apunta a un deporte de equipo y hasta cambia su forma de hablar. Cada vez está menos tiempo con Rémi, quien pasa de preguntarse «¿a éste qué cojones le pasa?» a «¿a éste qué cojones le he hecho?». Cualquier intento por acercarse a su mejor amigo fracasa y como consecuencia, acaban peleándose.
Un día, Rémi no aparece en una excursión, todo se precipita y así, llegamos a la mitad de la película.
Esta segunda parte, creo, toca temas más trillados. La pérdida y la culpa son sentimientos que hemos visto más a menudo en el cine. A mí, por ejemplo, ciertos momentos me recordaron a «La habitación del hijo», de Nani Moretti. Para Léo, hay días buenos y malos: en unos, ríe con ganas y disfruta de la vida; en otros, la tristeza se hace casi insoportable.
No hay redención, pero sí una confesión y cuando la historia llega a su fin, el campo de flores sigue siendo el mismo que vimos al principio, pero no el joven que aparece de pie en él.
Siendo sinceros, nadie se suicida porque su mejor amigo deje de hablarle. Habrá casos extremos, no digo que no, pero desde luego, no es ni mucho menos lo habitual. Por eso, tal vez me habría gustado una segunda mitad diferente, una más real, donde Rémi siguiera vivo y el director explorase, con el mismo todo pausado, la posibilidad (o no) de una reconciliación.
A pesar de eso, me han gustado muchas cosas: que la acción se sitúe en un instituto europeo (donde no hay descapotables y animadoras, sino bicicletas y chicos jugando al fútbol en chándal) ayuda a empatizar; la manera en que se retrata al hermano mayor, alejada del clásico papel de joven tirano, redondea este cuento; y sobre todo, y volviendo al principio de esta crítica, la temática.
Hay muy pocas películas que traten sobre la amistad masculina y sobre todo, sobre esa amistad vista desde el afecto y la necesidad de pasar tiempo juntos.
Todos somos muy fuertes, pero probablemente, también hemos vivido momentos en que hemos necesitado de las palabras de consejo de un padre y del calor reconfortante de una chica tanto como del abrazo de un amigo.
Aunque, tal vez, nos hayamos sentido culpables por necesitar esto último.
Y por eso es necesario que se hagan más películas como ésta.