Si cumple lo prometido, si esta es la última vez que Clint Eastwood se pone delante de las cámaras, el que es a día de hoy el director con más autenticidad del séptimo arte no ha podido despedirse con mejor papel. Walt Kowalsky, un compendio de lo que ha sido toda su trayectoria artística, con reminiscencias de sus personajes de spaguetti western e incluso del policía Harry Callahan. Un hombre atormentado por recuerdos del pasado que no le dejan vivir un presente en el que ve cómo todo lo que conocía va cambiando ante sus atónitos ojos.

"Gran Torino" es una historia sencilla que en manos de Eastwood llega a alcanzar cotas épicas. Para empezar, ver al actor patrullar las calles en su furgoneta cual sheriff crepuscular mientras defiende a los inocentes de las pandillas de mexicanos, afroamericanos y orientales es algo que ya supera a cualquier Benjamin Button, a cualquier perro millonario y a cualquier lector de la Alemania post-nazi. El clasicismo y la probada honestidad con que Eastwood cuenta esta historia impregna la pantalla, y parece que hubiera nacido para interpretar al personaje.

Puede que quede la sensación, no obstante, de estar viendo una obra algo menor, ya sea por lo a priori banal de la cinta, o por ciertos momentos hacia la mitad que enlentecen un poco la narración. Es lo que pasa cuando el mismo tipo nos ha deleitado con indiscutibles obras maestras como "Sin Perdón" o "Mystic River", y que lleva un par de años encadenando proyectos a pares (el díptico de la II Guerra Mundial el pasado año y este "El intercambio" y la que aquí nos ocupa), que siempre queremos más. Craso error sería pensar de esta forma.

Como película de despedida "Million Dollar Baby" me pareció más redonda. Eso sí, como colofón a su carrera de actor, si cumple lo prometido y nos niega el placer de volver a verle en pantalla, este Walt Kowalsky es la guinda del pastel, un hombre que piensa, hace y dice lo que quiere, y que Eastwood, puede que por identificación con él, hace suyo de manera impresionante. Atención al gesto de la pistola con la mano: una genialidad. Y por ello, cuando despides a Walt al término de la película, no puedes sino levantarte de la butaca y reverenciar al maestro de maestros, a la leyenda viva que ha sido, es y será, el tipo del poncho: Eastwood. Clint Eastwood. El último gran director.