Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
9
Drama Un superviviente del exterminio judío regenta una tienda de préstamos en el neoyorquino barrio de Harlem. Los espeluznantes y dolorosos recuerdos del campo de exterminio dominan completamente su vida. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces resulta muy difícil desprenderse de los recuerdos, sobre todo si están llenos de horror, miseria, dolor y sufrimiento.
Es irremediable habitarlos para siempre, pues una parte de nosotros se quemó con ellos, y de esas cenizas resultantes ya nada resurgirá jamás...

Sidney Lumet emergía triunfante de los '50 con la obra maestra que es "Doce Hombre sin Piedad" convirtiéndose en una de las figuras más notables de aquella generación de directores cuyo aprendizaje se dio en el universo televisivo, donde también cabe señalarse a Franklin J. Schaffner, Martin Ritt o John Frankenheimer, y cuyo talento dejarían impreso durante la década de los '60. Es precisamente en este etapa donde Lumet busca sin descanso la perfección estética y formal con la que conseguir establecer una seña de identidad, una personalidad propia con la que imponerse ante los demás.
Tras "Larga Jornada hacia la Noche", brillante adaptación de la obra homónima de Eugene Levy, éste se embarca en un interesante proyecto: llevar a la gran pantalla la novela "The Pawnbroker" escrita en 1.961 por el autor Edward L. Wallant, adaptada para la ocasión por David Friedkin y Morton Fine, encargo que acepta tras el rechazo de Stanley Kubrick y el despido de Arthur Hiller, y que le servirá para proseguir esa búsqueda y afianzar sus virtudes como cineasta.

La película da comienzo con un pequeño prólogo situado en un ambiente idílico, cuyo estilo roza el onirismo; sin duda un sueño que por unos segundos nos transporta a un ideal de paraíso en la tierra antes de ser interrumpido por algo horrible, algo que atormenta la memoria del hombre en cuyas bucólicas imágenes se sumerge para evitar salir al gris mundo exterior. Su nombre es Sol Nazerman, un antiguo profesor de ascendencia judía capturado junto a su familia por los nazis y recluido en un campo de concentración, ahora dedicado a ejercer de prestamista en un pequeño local de Harlem; marcado por su pasado, este hombre es (como muchos de los personajes le describen) un espectro deambulante, un muerto que nunca murió y que sólo intenta sobrevivir.
Melancólico amargo a quien sus recuerdos le asaltan sin piedad, emergiendo desde la parte más oscura de su propia memoria, tanto más cuanto que debe lidiar con el aniversario de su aprisionamiento (el mes de Octubre jamás debe figurar en el calendario); la única relación que mantiene es con la viuda de su mejor amigo, muerto durante la guerra (el lazo viviente que le ata a su pasado), mientras evita el contacto físico, verbal y hasta ocular, evita sentir y ser sentido encerrándose en sí mismo, aislamiento materializado en la tienda donde trabaja (se relaciona con sus clientes a través de los barrotes dispuestos en el mostrador), haciendo las veces de maestro para Jesús, un joven puertorriqueño de carácter vital y lleno de ilusión que choca directamente con el suyo.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El director subraya esta sensación de asfixia, de incomodidad desasosegante, sirviéndose de hábiles recursos formales como los planos en rápida sucesión, los inesperados "flashbacks" o las secuencias filmadas cámara en mano, que captan la violencia de forma cruda, directa y áspera. La música de Quincy Jones, a veces agitada, de vez en cuando conmovedora, y la maravillosa fotografía de Boris Kaufman, que tiende a un negro profundo, un negro que devora el espacio y envuelve a los personajes, hacen el resto.
En cuestiones artísticas, Lumet se rodea de buenos actores, negros en su gran mayoría, donde cabe señalarse a Jaime Sánchez, un imponente y amenazador Brock Peters y la guapa Thelma Oliver; por encima de todos ellos sobresale un Rod Steiger que hiela la sangre con su intensa y desalentadora interpretación, convirtiéndose en la imagen misma del Judío Errante que, tras negar agua a Jesucristo en el camino hacia su crucifixión, fue condenado a vagar eternamente (tal como acaba Sol tras ser testigo de la tragedia de Jesús, lo que establece un claro reflejo entre la situación de la película y el mito bíblico).

Lumet se destapa con una mirada lúcida e implacable sobre la alienación y la existencia como tormento expiatorio, y, más ampliamente, sobre el Holocausto y el Sueño Americano, haciéndonos asistir a su completa demolición (tanto más cuanto que el presente del film tiene lugar mientras la paranoia comunista continúa, la Guerra Fría y el conflicto en Vietnam se recrudecen y surgen grandes manifestaciones en el país contra la discriminación racial), algo que sin duda disgustaría a algunos críticos en la época.
Sin duda una de las más desgarradoras y oscuras obras del director y, sin sonar exagerado, de todo el cine de los '60.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow