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Voto de Chris Jiménez:
8
Cine negro. Drama Carl Buckley (Broderick Crawford), un maquinista que teme perder su empleo, pide a su mujer (Gloria Grahame) con la que mantiene una fría relación, que interceda por él ante un ejecutivo de la compañía con el que ella había tenido relaciones antes de casarse. Pero, cuando Carl se entera del precio que su mujer ha tenido que pagar para evitar su despido, asesina al directivo durante un viaje en tren. El ferroviario Jeff Warren (Glenn ... [+]
18 de noviembre de 2020
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Estamos a mitad de los '50, cuando la gran maquinaria hollywoodiense domina por encima de cualquier industria.

Entre sus más excelentes directores se halla Fritz Lang, a quien poco le queda para despedirse de su romance cinematográfico norteamericano y regresar a Alemania, pero la aventura que le lleva a volver a "remakear" una obra de Jean Renoir (lo cual hizo una década antes por medio de "Perversidad") tiene su origen en la Francia de finales del siglo XIX, cuando el maestro de la escuela naturalista Émile Zola da vida a su 17.ª novela enmarcada en el ciclo "Les Rougon-Macquart", cuyo título es "La Bête Humaine".
Bajos instintos, celos incontrolables, perversas emociones y psicopatía misógina forman parte de una atmósfera sucia, desquiciada y tenebrosa que pronto encontrará su expresión visual en pantalla, primero gracias a Ludwig Wolff y luego a Renoir, que ya había adaptado "Nana" (otro trabajo de Zola) y que decide introducir la influencia del "noir" americano de los '30 en el relato. Los astros se confabulan y los ejecutivos de Columbia se hacen con los derechos de la novela, un guión es encargado a Alfred Hayes, quien ha escrito "Encuentro en la Noche", y la dirección se le confía al realizador de ésta, el sr. Lang, quien decide repetir con la muy exitosa pareja protagonista de "Los Sobornados".

La historia comienza en el mismo escenario que la de 1.938, pero el entorno ofrecido por los raíles y trenes, el vapor y la maquinaria, cuya presencia reflejaba unas connotaciones psicológicas oscuras y temibles, es dotado aquí de un sentido más sexual y pasional; como antes, se dispone una trama en círculo, tal es así que un viaje de vuelta llevará a uno de ida, siendo el primero motivo de alegría y el segundo de tragedia. Y es así porque el Jacques Lantier de Zola, un pobre loco aquejado de una enfermedad que le impulsaba a matar, se transforma por obra y gracia de la visión de Hayes en un recién llegado de la guerra de Corea llamado Jeff Warren.
Lang no confía en el cambio propuesto por los productores; aun así se lanza a relatarnos la serie de tragedias que llevan a este veterano comprensivo y romántico a los brazos de la desgraciada Vicki, quien soporta con resignación el estigma de un fatídico matrimonio en compañía de Buckley, un orondo tipejo con afición por el juego, el alcohol y el maltrato a su joven esposa, mayormente debido a los celos, y cuya presencia nos causará repulsión y odio desde que persuada a ésta para convencer a John Owens, un influyente amigo común, de que le ayude a recuperar el puesto de trabajo dentro del ferrocarril del cual le acaban de despedir.

Con esta inversión de roles tan apropiada, el relato de Zola pasa por un filtro reconstituyente que elimina todo rastro maléfico sobre el personaje de Warren y lo aplica por entero a Buckley (ahora la bestia humana) siendo el resorte de los hechos las tensiones y problemas dentro de un matrimonio imposible sobre el cual el film se centrará dejando en segundo plano al ex-soldado; así, los conceptos originales se tergiversan por culpa de los esquemas propios del melodrama americano y la imaginería del cine negro más modélico. El acto cobarde y rastrero del marido al servirse de su mujer para volver al trabajo entraña unas consecuencias muy fáciles de pronosticar.
Tras perpetrarse el crimen los caminos de Warren y Vicki, en un involuntario acto del irónico destino, se cruzan, superándose la más abrasiva, asfixiante y poderosa primera parte de la trama; ahora Lang, con su habilidad innata para zurcir los pliegues de las tragedias "noir", concede el protagonismo al engaño y no dejará de jugar ni un momento con los reflejos y las figuras de proyección. Dos son las parejas que acumulan mentiras, melancolías y secretos (la de Carl y Vicki; la de Vicki y Jeff), y a ambas las encadena un elemento que fuerza a la pérfida manipulación (en el caso de Carl, la carta de amor para retener a su mujer; en el de Vicki, la pasión sexual que mantiene con Jeff, y que usará para su beneficio).

Dualidades y transferencias recíprocas que no hacen sino radiografiar desde un enfoque mordaz y fatalista las turbias relaciones entre hombres y mujeres, buscando cada uno el inútil pretexto que le exima de toda culpa pero demostrándose bajo las apariencias que el cinismo, la frialdad y la mezquindad se puede albergar con la misma intensidad sin importar el género o la condición (y esto se refuerza cuando, a través de los ojos de Warren, vayamos conociendo cada vez más a la desdichada pero en absoluto inocente Vicki, cuya desemejanza con Séverine se lleva a cabo por la intromisión de los tics del "noir", transmutándose en toda un "femme fatale").
Claro está, Jeff (veterano de guerra nada menos) no comete la locura de Lantier, procurándose el film una resolución más previsible, y el personaje de la prima Flore es una irrelevante joven enamorada del anterior que también siente celos de su sucio romance con Vicki, a quien da vida la preciosa Kathleen Case. El genial Broderick Crawford borda su papel de Buckley, siendo imposible sentir un mínimo de empatía con él, mientras la pareja Glenn Ford/Gloria Grahame (en sustitución de Rita Hayworth), tan arrebatadora y morbosa como siempre, hace gala una vez más de su poderosa química en pantalla, que Lang aprovechó tremendamente bien.

"La Bestia Humana" y "Deseos Humanos" se encuentran bajo el auspicio de la tragedia romántica más desapacible y tormentosa, aquella donde la negrura se deriva de forma nihilista de la actuación imprevisible del Mal, pero sus formas y claves abren un abismo entre ellas.
El talento de Lang tras la cámara y sus virtudes técnicas (la partitura de Daniele Amfitheatrof, la fotografía de Burnett Guffey), que ayudan a modelar una amarga atmósfera de puro cine negro, hicieron de esta revisión un título muy aplaudido del austriaco...aunque él no estuviera de acuerdo con el resultado.
Chris Jiménez
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