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Voto de Chris Jiménez:
7
Thriller. Drama A un autobús de San Francisco sube un desconocido, se sitúa en la parte trasera y desde allí abre fuego con una metralleta contra el conductor y los ocho pasajeros. El vehículo se estrella, pero el asesino logra escapar. Tres detectives acuden al lugar del siniestro. Entre las víctimas, se encuentra un policía. (FILMAFFINITY)
12 de junio de 2022
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San Francisco es un buen modelo para el cine policíaco. Desde arriba no es más que otra bonita gran ciudad al lado de la bahía, pero sus calles transpiran el aroma de la mugre y el sudor rutinario de ese caos humano que se amontona disfrutando en su particular jungla urbana de podredumbre, calles que hay que patear...

Lo curioso de todo esto es que la historia de "The Laughing Policeman" se concibió originalmente para desarrollarse en terreno sueco con el título de "Den Skrattande Polisen", obra de tremendo éxito que venía a ser la cuarta entrega de la saga de Martin Beck, salida de la pluma y el ingenio de Per Fredrik Wahlöö y Major Sjöwall, quienes se convirtieron gracias a sus aventuras policiales en los máximos representantes de la novela negra sueca, saga adaptada por entero al cine con Gösta Ekman encarnando al protagonista. En su versión americana escrita por el galardonado Tom Rickman, es Walter Matthau quien le dará vida.
Tanto en la novela como en el film el comienzo sigue siendo un auténtico estallido de salvajismo que nos deja un regusto amargo y a los policías que poco después acudirán a la escena. Tras salir de las malas críticas contra "Pocket Money", Stuart Rosenberg se resitua en San Francisco y filma prestando mucha atención al movimiento humano en pantalla, a cada gesto y palabra que tendrán su consecuencia; el asesinato masivo por metralleta dentro de un autobús es para el departamento y la trama sólo una razón más para dejar al descubierto las negras entrañas del núcleo urbano.

Por otro lado uno de los muertos es Evans, policía y compañero de Martin, y actúa de resorte para liberar esos demonios que lo atormentan sin cesar. La principal diferencia es que la División de Homicidios de Estocolmo de la novela no sabe encarar algo tan extraordinario como un asesinato de estas características en la Suecia de finales de los '60, impulsada social y económicamente gracias a las reformas liberales, y el único referente que tienen son esos EE.UU. tan habituados a la violencia y al crimen; aquí se nos presenta a unos agentes para quienes, en efecto, una matanza como la inicial es sólo otro problema más (si su impacto resulta más dramático para ellos es debido a la implicación y la muerte de un compañero).
Pero Rickman y Rosenberg no tienen miedo a mostrar la debilidad del cuerpo cuando se trata de enfrentar algo que escapa a su comprensión, que les deja hundidos en la impotencia. "The Laughing Policeman" trata de eso tanto aquí como en el libro: descubrir la cara más asfixiada y aburrida de la policía y sus procederes, mientras llevan a cuestas, como el buen Martin, este mundo de melancolía a un hogar roto por la incomunicación (en la saga literaria el protagonista acabaría divorciándose...), y mientras cruzan de un extremo a otro un entorno donde su hastío se ha hecho presa de la costumbre.

Por tanto le viene como un guante la traducción al castellano, porque después de que acontezca el gran desastre, se nos desnuda esta ciudad, sobreviviendo en la desencantada Norteamérica post-Vietnam de la era Nixon, y con la cámara actuando de papel de lija lo observamos todo desde el punto de vista de los que están al lado de la ley, un abrumador fresco urbano multirracial y en progreso, pero sin la mordacidad cínica y retorcida que Siegel imprimió a "Harry, "el Sucio" ". Rosenberg es áspero hasta las últimas consecuencias, no poco audaz si se trata de romper algunos estereotipos sociales, y hacerlos chocar con las mentalidades reaccionarias policiales.
Tampoco despliega la vitalidad vibrante de "The French Connection" en torno a un caso concreto, sino que prefiere perderse en pequeños recovecos dejando el hilo narrativo más y más libre de estrictas normas narrativas; de hecho muchos personajes secundarios, todos ellos ricos en matices (los muy bien interpretados por Louis Gossett Jr., Cathy Crosby, Val Avery, Anthony Zerbe o Mario Gallo), pierden importancia y la trama se centra en la "extraña pareja" formada por Martin y un lenguaraz Bruce Dern como Larsen (una mezcla del Larsson y el Kollberg del libro).

Llegado este punto en que la historia se rompe, se reubica, busca otro motivo y cambia de investigación, se deja más claro que nunca que el asesinato de Evans (antes Stenström) es el catalizador para provocar a Martin volver a mirar en su pasado más reciente y fracasado como agente y expiar esos demonios; incluso nos olvidaremos de su propia familia y de Kay, novia del compañero de éste que en su versión literaria acaba haciéndose policía y apareciendo en futuras novelas. También, al cobrar más peso el papel de Dern, el tono parece volverse menos seco y oscuro y más socarrón.
Tan cómplices nos hace Rosenberg de las arduas y estresantes pesquisas del dúo protagonista que al final llegamos a aceptar esa misma rutina como un mal más el cual afrontar cada día, escuchando esa radio que no deja de informar sobre crímenes y accidentes y entre esa fauna extravagante, sórdida y chiflada compuesta por chulos, transexuales, prostitutas, drogadictos, borrachos, traficantes, "hippies" colocados y hasta policías corruptos. David Walsh sabe captar bien los olores de esta atmósfera repugnante y le confiere a través de su hosca fotografía unas apagadas tonalidades calizas.

Si bien lo más destacado aquí es la solvencia interpretativa (la que da el muy apático Matthau, que más o menos repetiría en "Pelham 123" desde su lado irónico) y la eficiencia del cineasta para componer perfiles humanos íntimos y ambientes duros y creíbles, sobresaliendo también la persecución climática, realmente intensa sin la necesidad de tener que llegar al fervor de la de "Bullitt".
Y al final el policía no sonríe, por rechazo de los dos anteriores. De hecho, ¿para qué reír si al día siguiente otra persona morirá y otra investigación comenzará? Y vuelta a empezar de nuevo, hasta que llegue la jubilación o la muerte...
Chris Jiménez
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