La maestría de Almodóvar cada vez es más patente. Con esta película consigue aunar dos mundos muy diferentes (el neorrealismo de origen italiano y el cine metafísico de Bergman) en la Castilla actual, marcada por la soledad y el viento. Vida y muerte se confunden como en la novela "Pedro Páramo" de Juan Rulfo. La idea que se desarrolla es excelente: la posibilidad de volver al mundo de los vivos para arreglar las cuentas pendientes. Logra el director que el reparto sea perfecto. Todas las actrices están bien, incluso Penélope Cruz (últimamento sólo mediocre) y sobre todo Blanca Portillo, la gran revelación de la película.