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España España · Madrid
Voto de 12345:
10
Drama Hacia 1930, en un pequeño pueblo de Jutlandia occidental, vive el viejo granjero Morten Borgen. Tiene tres hijos: Mikkel, Johannes y Anders. El primero está casado con Inger, tiene dos hijas pequeñas y espera el nacimiento de su tercer hijo. Johannnes es un antiguo estudiante de Teología que, por haberse imbuido de las ideas de Kierkegaard e identificarse con la figura de Jesucristo, es considerado por todos como un loco. El tercero, ... [+]
20 de marzo de 2009
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede decir mucho de Ordet. He vuelto a verla muchos años después (yo también soy de quienes la descubrimos con Garci) y me ha emocionado más aun. He podido llorar a mis anchas, yo solo en casa, en mitad de la película y sin motivo aparente, sin mi hermana y mi madre al lado mio, para poder regodearme en el dulcísimo y hermoso dolor que me produce. Hablar de esta película es en mi opinión delimitarla, reducirla. Por más y mejor que se escriba acerca de ella siempre se quedará uno corto.
Pero algo quiero decir, aunque todavía no sé muy bien qué. He leido en las críticas que esta película habla de la fe, del amor, de la vida, en general he entendido de la línea que separa (y por lo tanto une) el más allá con el más acá. Ordet transcurre sobre esa línea sin tambalearse, haciéndose para colmo verosímil. Los gestos y las acciones de los personajes (salvo Johannes) son todas de este mundo, el de acá, vemos cómo se aman, cómo trabajan, sufren y mueren. Pero sus palabras están ancladas a lo absoluto, con una familiaridad y un descaro hacia Ello inconcebibles para un sujeto posmoderno contmporáneo. El milagro final no es más ni menos que una brecha abierta entre un mundo y el otro, cerrando de este modo la película. Lo absoluto cae en el mundo milagrosamente, reanuda el tiempo, todo vuelve a empezar, hágase la vida.
Es tan insignificante la validez de los dogmas, las disputas entre el sastre y el campesino como lo es la racionalidad y el análisis para explicar la locura, el misterio, de la vida, de la existencia. Un pobre loco lo demuestra, y el espectador asiste al misterio de esta película siempre con la sensación de haber presenciado algo inefable, incomprensible, pero extrañamente "verdadero".

Mi hermana no ha visto en su vida una película de Fellini, de Bergman, de Passolini, John Ford, qué se yo. Mi hermana no sale del cine comercial, generalmente trepidante, entretenido. Pero recuerda bien esta película que un lunes de hace quince años nos dejó conmocionados, como sumidos en un silencio extraño al final. Me hace gracia y la quiero más que nada en el mundo cuando al recordársela se encoge de hombros, y le brillan los ojos, incapaz de explicarse.

El pasmo que Ordet produce sobre el espectador no tiene que ver con la historia (siendo estrictos deberíamos tomarla como una película casi esotérica), tampoco la suma de imágenes, interpretaciones, etc.. es bastante para comprenderla. Su efecto es más parecido al que produce la música, está traspasada por algo divino. Esta película va más allá del cine como va más allá de las palabras, de la razón misma, maldito Dreyer.
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