Bien es sabido que Clint Eastwood se esforzó durante un par de décadas por mantener vivo uno de los géneros cinematográficos más carsimáticos del Hollywood de antaño. En mi opinión hasta El jinete pálido, los western de Clint como director, hago especial hincapié en esta precisión, no admitían ni siquiera una mínima comparación en cuanto a calidad con los grandes westerns de Ford, Mann o Hawks. Con el jinete pálido ya se empezó a vislumbrar una clara mejoría y con Sin perdón, Eastwood consigue un western con mayúsculas.

Claro está que es una película que difiere de los anteriormente citados clásicos del Oeste. Aquí se presenta a un protagonista que primero se muestra muy arrepentido por su pasado de asesino, pero que al final se siente orgulloso del respeto que impone su leyenda en una parte última del film tan sombría como absorbente.

No hay ni un sólo personaje en la película que puede calificarse como "el bueno", y esto supone una importante diferencia. Aquí no está el honorable y honrado sherrif (todo lo contrario, un Gene Hackman en su excelente línea interpretativa como Little Bill), tampoco un amable y admirado cowboy etc.