Probablemente la mejor obra de su autor, en la que narra con un acertado y novedoso sentido de la épica los devenires de una familia de campo en la gran ciudad. Partiendo de una premisa sencilla pero jugosa Visconti alcanza picos de un cine metafísico y casi espiritual como no he visto en ninguna película del neorrealismo si exceptuamos la obra de Rossellini, pero si este último lo alcanzaba usando la sencillez y el recurso casi documental, Visconti lo logra mediante el barroquismo de sus imágenes y sus ángulos imposibles en el que todos los elementos están acentuados, perfilados, trabajados y obsesivamente sincronizados en una danza tan sutil como macabra donde una vez más la cándidez de un espíritu puro e infantil dará esperanzas últimas a unas situaciones tan trágicas y pasionales que es imposible quedarse indiferente ante semejante espectáculo.
Y eso que arriesgaba mucho el italiano a la hora de romper con los moldes que tanto prestigio habían dado a este subgénero y que habían puesto a Italia a la altura del cine francés o sueco de la época (que ya es decir) sin embargo contra todo pronóstico la película salió francamente redonda e inspiró a muchos cineastas en el futuro (su compleja y distendida estructura narrativa me recordó a la de El Padrino II sobre todo).
Probablemente la mejor película neorrealista menos neorrealista que se ha hecho en la Historia del Cine. Imprescindible.
Nota:
9'7