Una de las mayores habilidades de Hitchcock fue sacar petróleo de donde aparentemente no había. En este caso se involucra de un tiro, la religión, la violencia y la policía. No se basa en ninguna conspiración oculta ni en intrincadas tramas que se acaban liando y autodestruyéndose, no, se basa en los individuos, sus motivaciones, sus pensamientos, sus principios, sus creencias, sus pasiones. El resto puramente redondo, su autor crea una trama rotunda que sacude al espectador y le lleva a plantearse ciertas y peliagudas cuestiones. Es un cocktail que incomoda al espectador medio, pero que fascina a la mente curiosa (y morbosa), como la de su director. Estupenda.