Sin duda, dentro del cine debería haber una especie de subcategoría, si es que no la hay ya, que se llamaría "cine francés". Al hablar de categoría, quiero referirme a estilo, a género incluso. Una película "negra", cine de terror, cine de romanos... cine francés. Esta película es francesa por los cuatro costados: todo fluye con elegancia, parece que no ocurre gran cosa, los actores no hacen actuaciones esquizofrénicas, no hay un solo efecto especia ni ruido de fondo. Por no haber, no hay música. Pero, señores, sin darnos cuenta nos vemos inmersos en un retrato astuto y poco convencional, de la clase media-alta francesa, un retrato de la Francia provinciana, un estudio de la soledad, de la peor soledad, la que nos llega a la edad madura y, además, encontramos un canto a la esperanza, a los pequeños detalles que alegran la vida. De repente, un drama casi insulso se convierte en un estudio de la moralidad, de la integridad, de la justicia. Qué sé yo. Además, un actor como Luchini, bien dirigido por Vincent y acompañado por la eficaz y sexi Sidse Babett, redondean todo el conjunto. Vive la France ¡¡!!