Justo cuando comenzaba la historia de esta película y se llega al punto en que, Adam y Emma optan por asumir como regla ser nada más que “amigos sexuales”, sin pretensiones de poseer, sin celos ni exclusividades, sin mentir… ¡sin enamorarse! y comienzan a mostrárnoslos en su apetito insaciable en uno y otro lugar, se me vino a la memoria un maravilloso recuerdo de hace ya bastantes años, cuando, un día viernes después de la jornada laboral, salí con un compañero de oficina en dirección a El Castellano, el agradable establecimiento de otro amigo, donde solíamos jugar billar cuando menos una vez a la semana. En el instante en que elegíamos entre las mesas que aún quedaban libres, vimos a un par de preciosas chicas -una rubia y otra trigueña- que, sin experiencia alguna, se las ingeniaban para jugar billar-pool. Al mirar más de cerca a la trigueña me resultó preciosa y entonces les ofrecí nuestra disposición a enseñarles a jugar.

Al rato, mientras departíamos tomándonos unos rones y podía sentir el cuerpo de aquella chica muy cerca al mío mientras le enseñaba a tomar el taco, comencé a sentir que me encantaba, al tiempo que me hacía a la idea de que era correspondido por la manera como ella reclinaba la cabeza contra mi pecho cuando le explicaba algo.

No tardamos en volver a encontrarnos… y lo que siguió de ahí en adelante y por cerca de dos años, se asemeja harto a la relación que sostienen los chicos de “SIN COMPROMISO”, con reglas parecidas y con algunas de las cosas que entre ellos suceden.

Esta es la suerte de experiencias que hacen que uno pueda conectarse a plenitud con un libro, con una canción, con una pintura… o con una película. Y los demás quizás no lo entiendan o lo consideren absurdo, pero, hay cosas que no se comprenden hasta que no se han vivido.

Tengo que decir pues que, la película de Ivan Reitman, me resultó encantadora, vivencial, verosímil, progresista y deliciosamente romántica. ¡Natalie Portman lo hace de maravilla! Luce muy bella, con una gran simpatía y haciendo alarde de un desenfado encantador. Su compañero, Ashton Kutcher, resulta un tanto limitado en su histrionismo y sus movimientos los hace con mucha pesadez, pero lo compensa un rostro amable y una mirada que luce sincera.

Hay que reconocer que, Kevin Kline como Alvin “El gran Scott”, se faja una simpatiquísima presencia y el conjunto restante de actores de reparto cumple satisfactoriamente con lo encomendado, sobre todo las chicas que funcionan plenamente a tono.

Puedo, pues, recomendar esta película… y hasta hay en ella una hermosa frase que se me ha quedado grabada: “Hay dos maneras de vivir la vida: Una, como si nada fuera un milagro. La otra, como si todo fuera un milagro”.

Título para Latinoamérica: “AMIGOS CON DERECHOS”