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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Cine negro. Drama. Romance De una clínica psiquiátrica en París, escapa un paciente conocido como Ward Andrews, de quien el médico que lo trata dice que padece de paranoia y que puede ser muy violento ante cualquier contradicción que se le presente en la vida. Luego, un hombre llamado Philip Monrell (Robert Montgomery), llegará hasta la casa de su madre en Londres en compañía del ingeniero Ward Andrews (George Sanders), y al conocer a Stella (Ingrid Bergman), la ... [+]
24 de junio de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plenamente consolidado en Hollywood, tras haber sido adaptadas con gran éxito sus novelas “Lost Horizon”, “Goodbye, Mr. Chips” y “We are not alone”, una nueva novela de James Hilton, esta vez “Dawn of Reckoning” (El amanecer de la verdad), escrita en 1925, fue elegida para que, con guión de Christopher Isherwood y Robert Thoeren fuera llevada al cine por el acreditado director W. S. Van Dyke II, con el título “RAGE IN HEAVEN” (ALMA EN LA SOMBRA).

La obra de Hilton es muy interesante, pues se recrea en ella, en principio, la vigorosa amistad entre dos seres bien dispares: El primero, un muchacho huérfano de padre y muy poco valorado por su madre, quien, alguna vez, por no saber nadar se sentirá frustrado al no poder auxiliar a una joven que por fortuna es rescatada; y en otro tiempo, tendrá una fuerte impresión al ver morir ahogado a un chico al que no consigue salvar. Philip Monsell, que así se llama el joven (en el filme se llamará Monrell) es, sin embargo, un muchacho afable y siempre dispuesto a ayudar a otros, aunque por momentos se arma de una dureza (en sus comienzos fingida) que consigue asustar a quien hace víctima de ella. Cuando a su vida llega Stella (la joven huérfana que se convierte en dama de compañía de su madre), una relación de simpatía, aprecio y de maestro-alumna, se inicia con ella. Con el tiempo, se irá transformando en algo muy grato... y luego...

En esto, como en la relación con su amigo de colegio Aubrey Ward (en la película Ward Andrews), Hilton profundiza suficientemente en sus rasgos psicológicos hasta dejarnos sentir un claro aprecio y acogimiento por Philip, un gran cariño por la musical Stella, y una gran admiración por los grandes valores de Ward, sin faltar a los debidos matices que nos los muestran como seres muy humanos y que explican claramente las razones del trastorno que luego adquirirá la personalidad de uno de ellos.

Infortunadamente, esta trascendental parte de la obra se queda muy corta en la película y los personajes resultan en mucho estereotipados, hasta el punto que terminan reducidos a los anclados conceptos de, el bueno, el malo y la víctima, y se nos hace así muy fácil tomar partido, pues la historia nos conduce desde el mismo momento en que, el improcedente psiquiatra, sienta cátedra con su cerrado, tendencioso -e inexacto- diagnóstico sobre la paranoia de uno de los protagonistas.

La historia de Hilton atrapa indefectiblemente, y sin duda fue tomada en cuenta al momento de hacer, en 1945, “Que el cielo la juzgue”, pues tenemos aquí, por primera vez, a esa suerte de personaje capaz de tan cruel venganza que, para alcanzarla, es capaz de asumir el sacrificio de su propia vida e ir más allá de la misma muerte. Fluye en torno al protagonista, esa clase de amor tan trastornado, que no sabemos a ciencia cierta, si es la impotencia o la prepotencia, si es el amor o el odio… lo que en definitiva motiva tal clase de calculada y enfermiza maquinación.

Van Dyke, un director de incuestionable talento (“Manhattan melodrama”, “The thin man” y “I take this woman” son algunos de sus afortunados créditos), consigue interesarnos por este particular triángulo amoroso que además está muy bien representado por el sereno Robert Montgomery, la encantadora Ingrid Bergman y el polifacético George Sanders. Pero no es difícil presentir que hubo injerencia de la oprobiosa censura (la común escena de los enamorados recién casados durmiendo en camas separadas prueba que por ahí anduvo) y es bien probable que la tijera obtusa de los productores, en su momento también hubiera hecho lo que tantas veces se hizo en oprobioso detrimento de lo más excelso del arte.

“ALMA EN LA SOMBRA” resulta muy interesante, pero como en otras ocasiones, esta vez es más complaciente darse el gusto de leer la novela.
Luis Guillermo Cardona
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