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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Drama. Cine negro. Romance. Thriller Irlanda, principios del siglo XX. Johnny McQueen es uno de los militantes más importantes del Sinn Fein, el brazo político del IRA (1905), cuyo objetivo es la independencia de Irlanda. La necesidad de conseguir fondos para financiar la lucha armada lo lleva a elaborar un plan para asaltar una fábrica. (FILMAFFINITY)
11 de diciembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras haber escapado de la prisión en la que se hallaba condenado a 17 años, Johnny McQueen se refugia en casa de Kathleen Sullivan, y con algunos miembros de su organización política (sin necesidad de decirlo está implícito que se trata del I.R.A.), ultima los detalles de un nuevo golpe a los empresarios con el propósito de conseguir fondos… pero, el asalto resultará fallido y el líder terminará en la calle, mal herido y perseguido por la policía dispuesta a no ceder hasta conseguir cazarlo, ya que sobre él pesa una acusación por asesinato.

Lo que tendrá lugar luego es, por sobre todo, un estudio sociológico hecho con una pulcritud y una sensibilidad del más alto nivel, logrando el director, Carol Reed, plasmar con verdadero genio las contradicciones que suelen darse en la sociedad irlandesa… y en cualquier otra sociedad.

Como es de esperarse, Johnny es esa suerte de líder político que despierta por igual amores y repulsas, y según con quien se encuentre en el camino, obtendrá su particular respuesta. Todo transcurre en una larga y muy oscura noche, en la que habrá verano, invierno y nieve, que sirven de efectiva metáfora al avance que va teniendo la vida de aquel revolucionario en el ocaso.

El guion, escrito por F. L. Green y Robert Cedric Sherriff, mantiene un gran nivel dramático y es de un contraste muy calculado, pues, mientras muy sutilmente va encumbrando en sociedad a su protagonista como un valioso y admirable ser humano, va dejando también que, otro sector de esa misma sociedad, ejerza sobre él sus ímpetus de condena… y nosotros, deberemos sopesar las muchas y vitales cosas que suceden, para que nuestra mente y nuestros sentimientos tomen al fin la posición más justa posible.

En un envolvente estado de gracia, Reed pondrá en el camino del fugitivo a una serie de personajes muy significativos y magníficamente delineados que, con geniales actuaciones de un reparto en el que se incluyó a varios miembros del Abbey Theatre, terminan llenando de fulgurantes estrellas ese oscuro firmamento bajo el cual les toca moverse.

James Mason, tiene ocasión de brindarnos a uno de sus más sólidos personajes y, Reed, traza para él unos magníficos logros visuales (la escena con las burbujas de cerveza derramada o la de los cuadros de Lukey, son de la más alta creatividad), que le permiten momentos dramáticos de una emotividad excelsa.

Y en nuestra memoria queda finamente grabada la imagen de aquel par de noveles enfermeras que deciden hacer una obra de caridad, pero chocarán con los más habituales temores; también la de Teresa, la ambiciosa mujer que, por una recompensa, más que por principios, buscará “obedecer” a la ley; la del cochero que, sin conciencia de serlo, hará las veces del ángel que avanzará seguro por entre las zarzas; la de Shell, el vagabundo que cree haber encontrado una “piedra preciosa” que podrá intercambiar por una buena suma de dinero; la de Lukey, el excéntrico pintor que, por fin, encuentra en Johnny la mirada precisa para el santo que ahora pinta… y por supuesto, la de Kathleen Sullivan, la chica que, quizás, consiga mostrar que su amor es realmente eterno.

La puesta en escena es impecable; las carencias materiales y de otra índole quedan debidamente plasmadas; la fotografía de Robert Krasker emana plasticidad y extrae belleza hasta del rincón más sombrío; la edición no deja filtrar ni una sola imagen vacía… y es fácil terminar concluyendo que hemos estado ante una obra maestra con aroma a eternidad.

Los hombres que luchan por la justicia y la libertad, permanecerán por siempre en el corazón de los pueblos.
Luis Guillermo Cardona
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