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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama. Intriga Al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, el aristócrata inglés Maxim De Winter conoce en Montecarlo a una joven humilde, dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a Inglaterra, a la mansión de Manderley, residencia habitual de Maxim. La nueva señora De Winter se da cuenta muy pronto de que todo allí está impregnado del recuerdo de Rebeca. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2013
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las novelas de la escritora inglesa, Daphne du Maurier (1907-1989), tienen dos características muy particulares: Destilan una particular tendencia a recrear mujeres dominantes con inclinaciones antisociales, por un lado, o son bondadosas, pero de muy débil carácter, por el otro. Podría, por esto, acusarse una cierta tendencia misógina, pero, también podría pensarse que quiere siempre a la mujer protagonista y que, simplemente, las que más le atraen, literariamente, son las mujeres fuertes con tendencias a la perversión -que no son escasas en nuestra sociedad- y las mujeres frágiles, pero muy íntegras, fáciles de señalar en cualquier recinto. En tal sentido, la señora du Maurier, no especula ni exagera, y con personajes muy creíbles construye historias de fuerte intriga, de connotada profundidad psicológica y con un fuerte atractivo del que no es fácil sustraerse.

"Rebecca" -novela escrita en 1938-, fue adquirida al año siguiente por David O. Selznick, quien acababa de contratar al director inglés, Alfred Hitchcock, del que se esperaba que dirigiera “Titanic”, película que, finalmente, pasaría a manos de Jean Negulesco, porque, a última hora, Selznick, prefirió darle, <<REBECA>>, la cual consideró más apropiada al estilo del maestro del suspenso.

Se considera, pues, éste, el primer filme americano de Hitchcock, pero gran parte del equipo, además de él (autora, coguionista, pareja protagonista, actor secundario…) son ingleses. Muy ajustado a la obra original, por exigencia de, Selznick, que estaba encantado con la trama, el filme se desenvuelve primero como una historia romántica, con un nuevo héroe salvado del suicidio (un tema recurrente en aquellos años: “Docks of New York”, “I Take this Woman”…) y a quien luego conoceremos como Maxim de Winter. Observen bien su nombre porque, algo parecido a un fuerte invierno, será lo que espera a la dulce, pero, apocada jovencita, que acepta casarse con él… y de quien nunca sabremos su nombre de pila, como si no fuera nadie que haya que recordar, según la tratan los “nobles” que la rodean. Mientras usted veía el filme, se preguntó en algún momento, ¿Cuál es su nombre?

George Barnes, nos cautiva con su precisa (y oscarizada) fotografía y la música de, Franz Waxman, sostiene a la perfección las imágenes. La señora Danvers (una soberbia, Judith Anderson) nos mantiene envueltos en un clima sobrenatural jugando a hacer de Rebeca un ser invisible, pero. perceptible… pero llegado el minuto 84, la historia se convierte en un drama de confesión y de corte (no confundir con corte y confección) que, visto a vuelo de pájaro, puede impactar y dejar bien convencido, pero, cuando decides masticar un poco todo lo que se dice, los hilos no casan y no es posible tragarse el cuento de que, el buen amigo del coronel Julyan, no es más que una víctima de accidentales circunstancias. Algo le faltó a Hitchcock -que sí tiene, “My Cousin Rachel”, de Henry Koster-, porque en vez de dejar sembrada la duda, cierra con el cuento del doctor Baker y una última confesión que llevan derechito al veredicto de inocencia.

Quedan varias lagunas que no obtuvieron respuesta: ¿Estábamos ante una justicia idiota o plenamente vendida?, ¿Qué sabía Ben que no dijo por el temor al asilo?, ¿Cómo murió la primera mujer encontrada?, ¿Nadie cotejó sus huellas, ni examinó su sangre?, ¿No se le ocurrió pensar al fiscal, si sería lógico que una mujer decidida a suicidarse, se ponga en el cuento de perforar un barco y abrir las válvulas de desagüe, en vez de lanzarse en alta mar y listo?, ¿Ningún médico forense descubrió el fuerte golpe que debería tener la occisa en la cabeza?, ¿Por qué al fiscal no se le ocurre llevar al estrado a la actual esposa?

Quedamos a media caña, y estuvimos muy cerca de tener al alcance una obra maestra, pero, Hitchcock (o el productor, o ambos) no se atrevieron con la aristocracia… pero esto es algo que todavía sucede.

Excelentes, eso sí, Joan Fontaine y Laurence Olivier… en ese orden.
Luis Guillermo Cardona
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