Creo que es innegable que Wong Kar-Wai es un director con un gusto exquisito. Sus películas por el momento se han caracterizado siempre por estar sumamente cuidadas en el tratamiento de la imagen, lo que personalmente pienso que ha ido en detrimento del aspecto narrativo de las mismas. A mi modo de ver con “My Blueberry Nights” por fin ha sabido conjugar ambos aspectos sin que se resienta el uno del otro y sin dejar de considerar cada plano como pequeñas obras de arte que uno desearía poder disfrutar más allá de los pocos segundos que duran en pantalla, ha creado una historia interesante y coherente que no se ve absorbida por la belleza de sus imágenes.

La soledad, la falta de amor es el eje principal en torno al cual gira esta película marcada por la música y las luces de neón. Sensaciones que acompañan a Elizabeth, la principal protagonista, en su viaje de huída y búsqueda de aquello que al final parece tener mucho más cerca de lo que ella misma cree. Una película a la que el director de Hong Kong sabe imprimirle el ritmo adecuado, de final quizás algo previsible y al que se ajusta como un guante un buen reparto del que destaca una soberbia Rachel Weisz y en el que la debutante Norah Jones no desentona en absoluto. También es verdad que las tres historias que conforman la globalidad del film pecan de cierta irregularidad y que dejan la impresión de que podían haber estado más desarrolladas. Sin embargo, la calidez y veracidad que transpira “My Blueberry Nights” consiguen alejar el lastre de “director de spots publicitarios alargados” que Wong Kar-wai corría el peligro de arrastrar durante toda su carrera.

Una película, en definitiva, sensorial y sensual, ideal para dejarse sumergir en sus hipnóticas imágenes y que gustará a los aficionados que le pidan al cine algo más que ver una buena historia.

Lo mejor: el monólogo de una Rachel Weisz, rota por el dolor.

Lo peor: su previsible final.