Seguramente si esta película se hubiera estrenado en la época en que sucede la historia hubiera hecho correr ríos de tinta con la palabra “escándalo” asociada a su título. El solo hecho de que hoy en día su estreno se haya vivido con plena normalidad es un logro y una prueba de que como sociedad seguimos avanzando poco a poco hacia un mundo de respeto y tolerancia. Pero no es la única cosa a celebrar que nos ofrece la película de Luca Guadagnino. Ella en su conjunto representa una celebración de la vida en sí misma, pues pocas cosas hay más atribuibles al concepto de vida que el descubrimiento del amor, el deseo y el sexo. Tan importante etapa evolutiva es la que retrata “Call me by your name”, de la mano del personaje de Elio, un adolescente que vivirá su primera experiencia de rosas y espinas. Y lo hará en un marco muy dado a este tipo de vivencias. Esas vacaciones veraniegas, de eternas tardes al sol, de baños en el río, excursiones en bicicleta, siestas y comidas al aire libre, de libros, guitarras y fiestas nocturnas, de un tiempo de paz y sosiego tan bien reflejado en la pantalla que a uno le entran ganas de entrar a formar parte de la historia. Una historia que, sin embargo, ve como la potencia de sus dos personajes principales eclipsa sobremanera la de los secundarios, con poca presencia cuando no mal presentados directamente. Esto afecta algo a la narración, aunque, afortunadamente, las figuras de los dos amantes tienen la suficiente entidad para que la esencia de la historia nos cale por si sola. Dos corazones que se encontrarán, se amarán y se separarán por la fuerza del destino. Y en el cuerpo de dos hombres. Y qué?

Lo mejor: la naturalidad y libertad que transpiran sus imágenes.

Lo peor: que los personajes secundarios estén tan desdibujados.